Un drama romántico en tiempos de guerra une los caminos de Brad Pitt y Marion Cotillard como dos asesinos que combaten a líderes nazis. Las sospechas de traición atraviesan este relato bien orquestado por Robert Zemeckis.
Siguiendo el estilo de títulos como Casablanca y Encadenados, de Alfred Hitchcock, el director Robert Zemeckis abandona las alturas de su anterior película, En la cuerda floja, y sitúa su relato en época de guerra, iniciando la acción en Casablanca, en 1942.
Allí dos asesinos, Max Battan -Brad Pitt-, un quebequés empleado por la Inteligencia Británica, y Marianne Beauséjour -Marion Cotillard-, miembro de la resistencia francesa, se hacen pasar por un matrimonio para eliminar a un embajador alemán. Claro que esa apariencia también trae aparejado inconvenientes y las cosas se complicarán más de lo debido cuando se enamoran. Como si fuera poco, a él se le comunica que ella es una espía que trabaja para los nazis.
Desde la primera toma, con Max cayendo en paracaídas en una zona desértica, se abre el panorama de lo que será esta realización bélica que pone el acento en la relación entre los protagonistas más que en las escenas de acción, que también las tiene y muy bien resueltas.
Zemeckis entrega un producto elegante, bien ambientando entre espacios en ruinas y salones brillantes donde la aristocracia encuentra sus mejores momentos sociales. Amistades peligrosas y convenientes, envíos de información, fiestas en la casa de Max y Marianne, aviones abatidos por el enemigo, desconfianza y un parto entre balas son algunas de las situaciones que presenta Aliados, que combina acertadamente el drama bélico con el deber en tiempos convulsionados y las dudas que atraviesan gran parte del relato, contagiando al espectador.
El espionaje está ala orden del día, creando los climas necesarios, y bien llevados por la pareja protagónica: Pitt en la piel de un hombre frío que cumple con su misión y no duda en apretar el gatillo; y Cotillard, quien entrega esa mezcla de seducción y peligrosidad que exige su papel. Hay química entre ambos, escenas eróticas -en un automóvil casi cubierto por la arena- que el público espera y una buena historia para contar. Para los nostálgicos del cine de la "vieja escuela", la película es una opción a la hora de pagar una entrada.