Hay nombres detrás de cámara que aseguran un resultado fijo. Si Hollywood es sinónimo de espectáculo; Robert Zemeckis se ubica entre los principales nombres que lo erigen en esa característica.
Perteneciente a esa camada renovadora de directores de finales de los ’70 y ’80; el hombre que se cansó de crear películas que definieron a una generación ahora se inclina por un relato clásico de la Segunda Guerra Mundial; no tanto en el campo de batalla (para eso en esta temporada lo tenemos a Mel Gibson), sino en el apasionante trasfondo de los espías.
Y el término clásico no es algo al azar; si algo define a Aliados es su primordial clasicismo.
Transcurre 1942, Max Vatan es un espía de los Aliados que se encuentra en Casablanca para cumplir una misión de extremo peligro. En la misma, deberá “trabajar” (no revelaremos el porqué de las comillas) con Marianne Beaséjour, colaboradora francesa.
Entre ambos surge el amor, intentan conllevar una vida tradicional; pero comienzan las tormentas, los inteligentes giros argumentales que llevaran a los protagonistas y al espectador a la duda y a la revelación, o eso creemos… y a esta altura hay que decir que ojalá puedan concurrir a sala sin haber visto un tráiler innecesariamente revelador.
Será mejor llegar sabiendo nada, que hay una historia romántica en el marco de la Segunda guerra; y nada más; para así sorprendernos y envolvernos en su argumento que depara sorpresas para quienes se entreguen al juego y no intenten dilucidar antes de tiempo.
Como Max, Brad Pitt se esfuerza en parecer esos eternos galanes duros del espionaje de los ’50. Tanto el guion de Steven Knight (Promesas del Este, El Séptimo Hijo) como la férrea dirección de Zemeckis le otorgan todos los elementos para que así sea, para que despliegue un halo oscuro y seductor. Sin embargo, Pitt se desenvuelve mejor en los tramos en que el carril argumental sea el romance típico, que durante la segunda parte.
Marion Cotillard el rostro de Marianne no llega a ser una femme fatale, pero se desenvueive con solvencia en os giros que se le otorgan a su personaje. Entre ambos protagonistas hay química, hay intriga, y creemos la situación que viven.
Lo que diferenciará a Aliados de otro film de espionaje actual será el estilo con el que el realizador de Volver al Futuro maneja la puesta.
Hay momentos en que parecerá una obra de teatro, se respira una falsedad, una impostura, que puede parecer incómoda, pero que luego tendrá su explicación.
Zemeckis se convence de estar contando una gran historia y nos lo hace creer a nosotros. Desde la elección de fotografía de Don Burgess a la música de Alan Silvestri, sabemos que la apuesta es a la posteridad.
Tampoco hablamos de un film anclado en un homenaje/copia permanente al film noïr, la referencia a Casablanca podría hacernos pensar eso, Zemeckis mira a los clásicos, pero desde una postura actual.
Si todo apuesta a ser una película que se convierta en un clásico del género de espías instantáneo ¿Lo termina consiguiendo? Quizás a extensión del primer tramo; insistir con una idea cuando el espectador (aún el que no vio el desafortunado tráiler) ya intuye qué se esconde detrás; en definitiva, anclarse en el drama romántico, le juegue en contra en este cometido.
Aliados pareciera un gran parte de su metraje, una propuesta demasiado simple.
No obstante, cuando se apuntala, y el permanente magnetismo que despierta su director nos alcanzarán para asegurarnos que Aliados es una experiencia digna y rica de ser vivida sobre un tramo de la historia que el cine ya se ha cansado de revisar de todos los modos posibles.
Entre tanta propuesta que invita a innovar, un viaje hacia el centro del cine como gran espectáculo es un recorrido que bien vale la pena hacer.