Mensaje humanista por repetición
Jóvenes y niños pertenecientes a la longeva guerrilla de Colombia, presentada aquí bajo una mirada crítica, son los protagonistas de este film al que transmitir sus ideas centrales se le convierte en una carga que lo hace renguear.
Hay una imagen que se repite constantemente, con ligeras variaciones, en Alias María, segundo largometraje del colombiano José Luis Rugeles: un grupo de hombres, mujeres e incluso niños avanzando trabajosamente entre la espesura de la selva, sorteando la presencia del enemigo, intentando no ser descubiertos. Es que los protagonistas del film, estrenado en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes el año pasado, son miembros de las FARC-EP, la longeva guerrilla de Colombia, presentados aquí bajo una mirada definitivamente crítica y con un claro mensaje humanista que atraviesa cada uno de sus noventa minutos. La primera escena introduce a María, una muchacha que apenas si está comenzando la pubertad, espiando el parto de la “compañera” del comandante de su pelotón. Privilegios de clase dentro de una rígida estructura verticalista: es la única mujer a la cual se le ha permitido ese lujo; el resto de las camaradas debe abortar obligatoriamente, “no sea cosa de llenar la selva de bebés”, como les dice su médico sin ninguna clase de ironías. El hecho es que María está embarazada de pocos meses, aunque nadie lo sabe, con la excepción de una colega de armas.A toda velocidad –una de las marcas de estilo de la película–, se da inicio a una misión secreta: llevar al recién nacido a un lugar seguro, tratando de no ser atrapados por los paramilitares ni delatar a la propia guerrilla una acción claramente no oficial. La cuadrilla está integrada por un líder, a su vez corresponsable del embarazo de María, otro experimentado soldado, la propia María y un inexperto recluta que debe andar por los 11 o 12 años. No resulta demasiado difícil generar algo similar al suspenso durante algunos minutos con el más inocente de los seres –un bebé de días– y una mujer encinta enfrentados a la naturaleza, la insalubridad y las balas enemigas, pero la mano firme de Rugeles sostiene el relato de supervivencia durante gran parte del metraje sin caer en la monotonía. Hay en Alias María largas escenas sin diálogos, en las cuales la cámara se hace eco de la relación entre los humanos y su selvático entorno de manera inteligente, aunque la reiteración de diversos planos de hormigas llevando su pesada carga se torne un tanto empalagosa en sus intencionalidades alegóricas.Gran (y silenciosa y estoica) actuación de la debutante Karen Torres, cuyo personaje hace las veces de reservorio de todo lo malo que el film tiene para decir respecto de la guerrilla puertas adentro: machista a pesar de una vociferada equivalencia entre los géneros, capaz de obviar y mancillar la infancia en nombre de ciertos valores supuestamente superiores, tan violenta y arbitraria en su ejecución como su contraparte “de derecha” (el gran desaparecido en la ecuación de la película es el ejército oficial colombiano). La necesidad de llevar bien en alto el estandarte de su Mensaje –en particular durante el último tercio de metraje– va transformándose en un pesado lastre que hace que la película comience a renguear como uno de sus personajes. En ese sentido, ciertas agudezas del guión de Diego Vivanco son reemplazadas por torpezas intencionales (distancias geográficas que parecen acortarse, decisiones ilógicas o incongruentes de algunos personajes) que tienen por objetivo allanar la textura de la trama para imponer las ideas centrales del film. Que, de esa manera, en lugar de surgir de los vericuetos del relato terminan convirtiéndose en férreas imposiciones.