Transformación hacia la libertad.
El comienzo de este documental de Daniela Castro Valencia y Nicolás Ordóñez impacta por el vuelco que toma la historia de la protagonista tanto en lo simbólico como en lo real. Yineth es una joven que empieza compartiendo en cámara algo que podría sintetizarse como metamorfosis desde los vestuarios que exhibe frente a nuestros ojos. Cada vestido o uniforme civil, cada caracterización comparte un común denominador: ella y su presente. Sin embargo, basta con la última pasada de vestuario para verla completamente transformada en guerrillera, los característicos atuendos militares, botas y la impostura de una joven soldado de las FARC, rehén desde el punto de vista de la nulidad de un pensamiento propio y en definitiva fugitiva de un modo de vida condenatorio, donde la palabra libertad ni siquiera se palpa en el accionar selvático cuando la muerte parece la única salida para dejar de sufrir.
Así se configura un testimonio intenso y desgarrador que se estructura desde las etapas en que Yineth fuera reclutada a los 12 años por las FARC, decidiera escapar a Bogotá cinco años después a riesgo de ser recapturada y lo más importante una vez alejada de ese nefasto panorama intentar reinventarse, proyectar hacia adelante una vida siempre que estuviesen allanados los caminos de re integración de guerrilleros a la sociedad civil.
Siete etapas, siete nombres para resguardar la única identidad, la misma piel y el mismo cuerpo trazan la dialéctica que transita este documental, donde la protagonista asume el control de la situación en su rol confesional. Hay un único punto de vista en esa cartografía que se ve atravesado por un contexto, por la historia más reciente de Colombia y sus vaivenes en busca de una solución pacífica al conflicto con la guerrilla para generar un lento pero perdurable proceso hacia la pacificación entre los bandos guerrilleros y una sociedad que expresó en 2016 su descontento ante la insistencia de llegar al acuerdo definitivo entre las FARC y el gobierno de Santos, una indulgencia de sus crímenes a cambio del cese de fuego, que la mayoría del pueblo colombiano recibió con descontento por heridas del pasado que aún no cicatrizan.
Los directores no hacen de su obra el puente o herramienta didáctica para adoctrinar a los más jóvenes sobre el pasado y las innumerables tragedias provocadas desde los enfrentamientos, donde el tendal de muertos se cuenta tanto de un lado como del otro. Es evidente que la salida hacia la paz podía modificar y corregir enormes errores políticos, pero así como existe un tiempo para la paz también lo existe para el duelo o la reparación histórica de una injusticia de carácter mayor.
Aquello que trasluce de la épica personal de Yineth es la convicción de la importancia de elegir; de transmitir una experiencia de vida para que muchos recapaciten ante discursos sesgados, o que al menos no reparen en aspectos de carácter mundano, empaticen con su dolor cotidiano, ni valoren el esfuerzo por querer cambiar el rumbo de las cosas.