Ante todo es importante aclarar que “Alicia a través del espejo” poco y nada tiene que ver con el cuento de Lewis Carroll “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”. Dicho esto, habremos de disfrutar de otra producción de Disney con ínfulas de prodigio audiovisual que, de todos modos, deja la pregunta flotando: ¿Quién pidió una secuela de “Alicia en el país de las maravillas”?
Corre al año 1875. Alicia (Mia Wasikowska) ya no es tan niña. Es más, es capitana de un barco (el Maravilla) en plena huida de piratas malasios con la suficiente personalidad como para exigir a la tripulación pasar por afilados riscos. De vuelta en casa, asiste con su madre a la fiesta de Lord Ascott (Leo Bill) en la cual se entera que éste tiene la posibilidad de quedarse con su casa (o su barco), y por ende con el futuro de lo que queda de la familia.
Inducida por una mariposa azul (Alan Rickman, a quien está dedicada la obra) la muchacha descubre un espejo a través del cual vuelve al País de las Maravillas y se reencuentra con casi todos los personajes de la anterior. En especial con Hatter (Johnny Depp), quién está marchitándose de a poco a menos que Alicia logre rescatar a su familia a la cual se cree muerta. “Vos me dijiste que hay que creer posible lo imposible para lograrlo” dice Hatter. Lewis Carroll en su máxima expresión.
La utilización de los recursos visuales convierte a esta suerte de fábula en un entretenimiento visual de gran poderío imaginativo sobre el cual se apoya el guión de Linda Woolverton, a quien debe atribuírsele la creación del personaje más interesante, Tiempo (Sacha Baron Cohen), que vive en su castillo de relojes, y desde allí digita el destino de todo y todos con la frialdad de quién vive y se alimenta de minutos. En su morada hay una esfera con la cual se viaja en el tiempo. Esa que Alicia necesita para tratar de cambiar el pasado y devolverle a Hatter su familia. Claro que la novia de Tiempo (Iracebeth, notable Helena Bonham-Carter) tiene otros planes para también arreglar cuestiones del pasado.
Nuevamente estamos frente a una producción de Tim Burton de modo que ni el director James Bobin ni la guionista, ni la enorme vestuarista Coleen Atwood, ni el estupendo Danny Elfman en la banda sonora, escapan a pertenecer al universo de “mi papá no me entendía” plasmado en casi todas las producciones que dirigió desde “El joven manos de tijeras” (1992) a “Charlie y la fábrica de Chocolate” (2005), Si el Willy Wonka compuesto por Johnny Depp en ese entonces sufría por hacer golosinas con un padre dentista, aquí lo padece con un padre que no lo considera “sombrerero” por querer diseñar sombreros art decó. Ni hablar de “El gran pez” (2004).
Todo tiene que ver con todo, decía Pancho Ibañez. Así es nomás.
Es cierto también que detrás del diseño visual se pierde un poco el concepto del tiempo para cambiarlo por algo más ameno (es cine para los chicos después de todo) como el concepto de la familia que se tiene y la que se elige. En este aspecto, las emociones llegarán al final para quienes hayan logrado compenetrarse con la misión de Alicia.
Tal vez James Bobin debería revisar un poco el timing de las transiciones para no alargarlas demasiado, pero finalmente el mensaje se entrega y el entretenimiento está asegurado. No más secuelas, por favor.