Llega la secuela del gran éxito de Tim Burton, pero esta vez se nota muchísimo su ausencia.
“Alicia en el País de las Maravillas” (Alice in Wonderland, 2010) no es una obra maestra, ni mucho menos, pero tiene cierto encanto, una historia “feminista” de fondo, algunos personajes entrañables y el toque inconfundible de Tim Burton.
Nada de esto se mantiene, ni mejora, con “Alicia a Través del Espejo” (Alice Through the Looking Glass, 2016), secuela que ahora dirige James Bobin –responsable de las últimas aventuras de Los Muppets-, cuyo único objetivo parece ser la parafernalia visual y seguir embolsando un montón de dólares.
La película de Burton se transformó en un éxito rotundo y abrió las puertas para un sinfín de adaptaciones live-action de clásicos infantiles, en la mayoría de los casos correctas, pero muy intrascendentes cuando las comparamos con sus predecesoras animadas. “Alicia a Través del Espejo” es, incluso, un retroceso y una odisea bastante más aburrida que la primera entrega donde la protagonista es una mera excusa para contar los infortunios de otros personajes que la acompañan.
Arrancamos en la Londres de 1875 donde Alice Kingsleigh (Mia Wasikowska), convertida en la capitana de Maravilla –el barco de su padre-, regresa al hogar tras sus travesías por el mundo. La empresa para la que “trabaja” ha pasado a manos de su ex prometido, que le asegura un futuro menos aventurero a cambio de salvar la casa hipotecada de su madre. La chica no se queda por mucho tiempo a sopesar sus opciones, porque pronto descubre un espejo mágico que la transporta, una vez más, hacia el País de las Maravillas.
Bastante entusiasmada de poder volver a ver a sus amigos, pronto decide aceptar una peligrosa y casi imposible tarea: viajar hasta la fortaleza del Tiempo (Sacha Baron Cohen) y robar la Cronósfera, un aparato que le permitirá viajar al pasado y descubrir que sucedió con la familia del Sombrerero (Johnny Depp), que está más loco que nunca y enfermo por la pena.
De esta manera, Alice debe afrontar una carrera (literal) contra el tiempo para ayudar a su mejor amigo, intentar cambiar algunas cosas, y evitar que Iracebeth (Helena Bonham Carter) –la ex Reina Roja- obtenga la Cronósfera para utilizarla en sus propios y maquiavélicos propósitos.
Así conocemos el pasado de los verdaderos protagonistas de esta historia, adornados de un sinfín de efectos especiales, mucha pantalla verde y melodrama que aburre más de lo que entretiene. La chica del título es sólo una guía turística en esta aventura fantástica que, además de perder la novedad, extravió el Norte de los clásicos relatos de Lewis Carroll.
Nos venden un villano como el Tiempo -un Sacha Baron Cohen bastante contenido y de lo más rescatable del film- que no lo es tanto, una historia de venganza entre hermanas que resulta más trillada que la novela de la tarde, y los insoportable manierismos de Johnny Depp que aburrieron una década atrás por culpa de este tipo de personajes repetitivos.
A pesar de la verborragia visual, la estética sigue siendo lo más atrayente de esta entrega, lo único que maravilla en un relato plagado de subtramas familiares que deja a la propia Alicia fuera de la ecuación y sólo la recupera a la hora de dar un cierre y otorgarle una moraleja a esta adaptación literaria.
Al menos Burton invertía en los personajes, arquetipos bien delimitados. Bobin y el guión de Linda Woolverton (Maléfica) ni siquiera se preocupan por ellos como para lograr que nosotros hagamos lo propio.
“Alicia a Través del Espejo” es básica, colorida, puramente infantil y sumamente aburrida para el adulto que busca algo más (algo mínimo) que un despliegue sin fronteras de efectos realizados por computadora. Lo único que logró conmoverme, la dedicatoria a Alan Rickman en los títulos finales.