A pesar del éxito que obtuvo la adaptación de Tim Burton del clásico de Lewis Carroll, pasaron seis años antes de que llegue a los cines la inevitable secuela de Alicia. Aquí, la joven aparece como una especie de líder feminista, empeñada en seguir los pasos de su padre como capitán de barco. Pero cuando cruza el espejo y vuelve al país de las maravillas, ve que su amigo sombrerero está en problemas y se lanzará a ayudarlo.
El tiempo, interpretado por Sacha Baron Cohen, es el tema central de esta aventura de colores chillones que salta, como las agujas del reloj, entre demasiadas situaciones, incluida la revelación original sobre el enfrentamiento entre la reina blanca -Anne Hathaway- y su hermana cabezona, una gritona Helena Bonham Carter.
Parece difícil encontrar el tono de Alicia en el cine, la ternura esperable de un film para chicos, la simpleza de un cuento. Por el contrario, esta puesta dirigida por James Bobin (The Muppets) en la que Burton aparece sólo como productor, se siente compleja, recargada, estridente y finalmente, de una notable intrascendencia.