Tiempo al tiempo
Resulta más que notoria la ausencia de Tim Burton detrás de las cámaras en esta secuela, Alicia a través del espejo, que repite elenco y equipo, y transita de manera tangencial por la homónima novela de Lewis Carrol sin el vuelo poético de su predecesora ni la magia del universo del creador de El gran pez.
No obstante, sería injusto recargar las tintas sobre esta nueva aventura porque en términos estructurales y funcionales el convite cumple con las expectativas de recuperar a la protagonista y definir su gradual transformación de la niñez a la etapa madura. Tránsito no por ello menos doloroso, sobre todo a partir de la premisa de que lo imposible no está al alcance del mundo real a pesar de existir aquel otro, ligado a la imaginación y a la fantasía, donde incluso el pasado puede revertirse y así los andamiajes de la maquinaria reparadora comenzar a hacer de las suyas, alterar el orden y dejar abierta la puerta a lo incierto.
El tiempo avanza de manera incesante y la muerte es otra circunstancia de ese paso. En el universo de Alicia, que se encuentra detrás del espejo, el tiempo está personificado y se llama Tiempo. Sin segundas lecturas posibles, engañar al tiempo es lo único que dilata el momento de enfrentarse con la realidad y con el dolor de la pérdida. Quizás de la inocencia de aquella niña que rechaza las convenciones de su siglo y no se casa para emprender su aventura como capitana del barco Wonder - que navega el océano de incertidumbres - que le ha dejado como herencia su padre, aunque los avatares económicos pongan en jaque los sueños aventureros y entonces el dilema entre el universo de los posibles y lo imposible determine el rumbo de la decisión final.
Ese es a grandes rasgos el arco argumental en el que navega la historia, sumergida en el plano de la imaginación que encuentra un paralelismo entre la historia de Alicia y la tristeza del Sombrerero Loco, con una conflictiva relación con su padre. Él pretende reparar su pasado y Alicia hará lo posible para que el personaje no perezca. Salvar la imaginación es el objetivo, el faro que guía en la tempestad porque sin aquella no hay recuerdos felices. Para ello, la única manera de hacer posible lo imposible es viajar en el tiempo, cambiar el pasado y asumir las consecuencias del futuro.
Sin entrar en más detalles, resta por decir que estamos frente a un film entretenido, demasiado literal en varios aspectos pero que logra conectar al espectador con esa mirada sensible sobre el dolor y el paso del tiempo.