Con toda la magia ahogada por Disney
El clásico texto de Lewis Caroll alimentaba múltiples lecturas sobre la identidad, la sociedad victoriana y el otro. En esta versión, los conflictos se acallan para construir una mirada superficial sobre una galería de personajes disparatados.
Desde hace más de medio año diferentes medios periodísticos comenzaron a abrir secciones especiales para marcar, con crecientes expectativas, el anticipo de lo que iba a acontecer en los primeros días de marzo en todo el mundo: el estreno del nuevo film de Tim Burton, sobre el que el consagrado director, que ya había logrado todo un círculo de fans, ofrecía reservada información. El anuncio de que su próximo film sería la traslación de aquellas dos obras ya clásicas, que hoy están siempre presente en incontables bibliotecas y en tantas noches de desvelos, del siempre enigmático Lewis Carroll: Alicia en el país de las maravillas y Alicia a través del espejo, publicadas ambas entre 1865 y 1871.
Desde el primer día, filas de seguidores de los films de Burton se acercaron para dejarse sorprender por esta nueva obra, que ahora se exhibe, entre otros sistemas de formatos, en el hoy tan prometedor 3 D. Algo comenzaba ya a sonar extraño en esta nueva adaptación del director. Y esta primera sospecha nos llevaba entonces a ciertas exigencias de los mismos estudios Disney para su efectiva comercialización. Pero no fue la única, desde mi punto de vista, sino sólo una de las tantas concesiones que Tim Burton -a quien siempre agradeceré por films tales como El joven manos de tijera, Ed Wood y El gran pez, fundamentalmente-, debió acatar.
Frente al mundo de los personajes de Lewis Carroll, que se enfrentan a enigmas, a interrogantes, a aquello que ha sido subrayado tantas veces en el texto, el non sense, el personaje de Alicia en el film de Tim Burton no experimenta inquietudes ni ese deseo de querer saber. Desde el principio, ahora esta joven que cuenta con diecinueve años, que decide huir de los formalismos y presiones de la sociedad victoriana, tras haber experimentado caer al pozo (secuencia clave de la lectura del original) pasa a transformarse en una heroína que finalmente adoptará las vestiduras de una nueva Juana de Arco que, en su regreso del mundo real, adoptará un rol de empresaria con los nuevos circuitos de Oriente.
Alguna vez la obra de Carroll fue definida como una puesta en espejo del propio juego del lenguaje, un espacio en el que nada es lo que parece ser y donde se representa el absurdo de un universo reglado por insostenibles mandatos. El film de Burton simplifica desde el enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal el camino y las pruebas del héroe clásico, sosteniéndose en fórmulas ya repetidas y hoy engalanadas y maquilladas por una artillería tecnológica de efectos digitalizados que han llevado a una estandarización aquellos clásicos, que alguna vez alimentaron el misterio, la sospecha, la intriga.
Que el espectador reconozca algunos de los personajes que pueblan el universo del original, del fascinante e hipnótico mundo de Carroll, esto no habilita a pensar, así lo creo, que haya captado la profundidad de los encuentros, de los parlamentos que han alcanzado un ejercicio del pensamiento de los lectores de todas las edades, según sus propias inquietudes. Galería de personajes mostrados desde un esteticismo visual aplastante, desfilan (sí, sólo desfilan) de manera urgente por una pasarela que olvida la humanidad de sus criaturas. Pieza de repostería, el último film de Burton seguramente será motivo de admiración y deleite oportunista para los fabricantes de souvenirs y juguetes.
Pero el film de Burton es sobre todo un film con Johnny Depp. Y aquí no hay engaño posible. La mayor parte de los afiches que se exhiben en cartelera lo muestran a él, con su nueva caracterización de uno de los personajes que, desde la publicación del libro, mayores interrogantes ha despertado: el del Sombrerero Loco. Pasaje inolvidable, así lo recuerdo, el de la hora del té, que ha abierto a tantas lecturas, junto a la Libre de Marzo, en el que el tiempo pasa a ser otro protagonista, aquí sólo se reduce a una presencia megalómana del actor.
Ante esto, una gran lectora y creativa adolescente como Julia Coca, de dieciocho años, ingresante de la carrera de Psicología, nos hace llegar su comentario: "Más que sobre Alicia esta película es un film sobre Johnny Depp. Si bien el libro y la película parten de denuncias diferentes de la sociedad victoriana, Lewis Carroll provocaba en mí, como lectora, ese sentimiento impredecible frente a lo que podía suceder, permitiéndonos ciertas sorpresas y dudas. Pero en el film de Burton todo es tan obvio que va dejando de lado, desde su heroína, el incomprensible mundo de ese sueño que Alicia ahora protagoniza y que en el libro la llevara a preguntarse de sí misma. Desde el sueño, algo que ahora no ocurre, Alicia aprende a ser crítica, viendo como se mueven los hilos de esa realidad que se debate entre el conformismo y la locura".
No voy a citar aquí a las criaturas que acompañan a Alicia en su trayectoria ni los equivalentes en el mundo de su vigilia. Creo que el estreno del film puede llevar a nuevas motivaciones para la lectura o relectura del libro, no sólo con el ánimo de establecer comparaciones (algo inmediato) sino de ver cómo un director que alguna vez fue tan personal como Tim Burton olvidó ahora sombríos pasajes, mundos secretos, espacios clausurados para crear su obra.
Desde los inicios del cine, allá en los años del cine silente, encontramos ya algunas versiones de Alicia y en varias oportunidades numerosos directores han tomado el libro como punto de partida y metáfora de los viajes de sus protagonistas. Julia recuerda la versión Disney de 1951: "Y si la prefiero es por su simpleza y porque podía escuchar ciertos diálogos que aquí no están presentes. En tal caso, el personaje creado por Burton muestra a una Alicia lineal que no tiene ni participa de conductas que en principio pueden ser contradictorias. Recuerdo que en el film de Disney Alicia podía ser no sólo inocente sino también astuta".
De los personajes tan digitalizados, que llegan a perder su humanidad, sus variados costados, tal vez sea el de la Reina Roja el que nos devuelve ciertas voces del texto. En este festival sobrecargado de derroche visual no hay espacio para la reflexión, para el tema de la identidad y para escuchar los interrogantes de la conciencia. Todo aparece y desaparece porque sí, para dar lugar al poderío del imperio Disney de hoy.