Alicia en Burtonlandia
Más allá de las expectativas generadas y de su resonante lanzamiento publicitario, esta producción confirma, una vez más, que no se obtiene una buena película sumando méritos aislados: en este caso, textos de fascinantes resonancias (Alicia en el país de las maravillas y otros de Lewis Carroll), un director imaginativo (Tim Burton), efectos especiales de última generación y el aval de una poderosa productora, parecían ideales para conseguir un producto sorprendente, pero el saldo es una realización fría, despareja y desprovista del espíritu transgresor de los relatos en los que está basada. Es curioso cómo Alicia en el país de las maravillas sirvió para la realización, en 1951, de la mejor película de Walt Disney (1901/1966) y, medio siglo después, para la peor de Tim Burton (California, EEUU, 1958).
Está claro que aún el Burton menos inspirado ofrecerá siempre la posibilidad de ingresar a mundos alternativos, reivindicando el poder de la fantasía y creando personajes estrafalarios y divertidos. No es menos cierto que su Alicia… tiene momentos graciosos y ambientes ingeniosamente diseñados. Pero no se entienden algunas decisiones, de las que no sólo Burton parece responsable sino también su guionista Linda Woolverton y, seguramente, la Walt Disney Pictures. La insistencia en trabajar con Johnny Depp, por ejemplo: no sólo su personaje de sombrerero remite invariablemente a otros interpretados anteriormente por el actor, sino que además –por su aspecto simpático y la manera en que Depp se hace reconocible– hace peligrar el protagonismo de Alicia, al punto de que la película es promocionada en infinidad de carteles con su rostro sonriente (cabe preguntarse si Burton no habrá pensado en algún momento poner a un Depp travestido haciendo de Alicia). Al mismo tiempo, la Reina de Corazones es más un freak que una señora mandona, mientras que a Alicia se la ve contrariada y con un look demasiado moderno. Tal vez el predominio de Depp y la apariencia de esta Alicia casi veinteañera hayan sido producto del interés por ampliar el público posible, temiendo que muchos no se acerquen a las salas sospechando una película para nenas.
Por otra parte, la atmósfera es levemente lúgubre y –a diferencia de la obra original– los enredos y sorpresas no crecen en forma espiralada sino fraccionada, como si se estuviera ante fragmentos de varias películas reunidos en una sola: a escenas en los jardines de una mansión victoriana (que parecen salidas de un drama con princesas incomprendidas de esos que abundan últimamente) se suceden situaciones insólitas con animales habladores, los acontecimientos delirantes se mezclan con otros habituales en comedias menores (como las rencillas de la Reina con su hermana o con su paje), y seres de carne y hueso conviven incómodamente con criaturas animadas digitalmente (quedando algunos a medio camino, moviéndose con gestos visiblemente artificiales). Inclusive Tim Burton parece haber echado mano a retazos de sus películas previas (los bosques sombríos de La leyenda del jinete sin cabeza, los castillos de Sweeney Todd, el Johnny Depp con sombrero y apariencia de payaso de Charlie y la fábrica de chocolate).
Finalmente, si Burton parecía el director ideal para sacarle provecho a las posibilidades del 3D, habrá que esperar una nueva oportunidad para comprobarlo: aquí logra apenas unos pocos, eficaces sobresaltos.
Desde el cine mudo hasta la actualidad, hubo varias versiones cinematográficas de Alicia en el país de las maravillas (incluyendo una argentina dirigida en 1975 por Eduardo Plá, en cuya banda sonora se escuchaba una versión ligeramente modificada de la Canción de Alicia en el país de Charly García), pero fueron muchas más las ocasiones en las que dicha obra ha sido invocada o recreada indirectamente.
La realidad es que, en el cine, la esencia de ciertos textos no se alcanza visualizándolos en forma literal. El mismo Tim Burton ya había sabido introducirnos en universos deliciosamente extraños sin la mediación de Alicia alguna: un auténtico país de las maravillas se desplegaba en la inquietante Ciudad Gótica o surgía de las extravagantes historias contadas por el protagonista de El gran pez.