Reiteradas veces las peripecias de la jovencita victoriana han sido llevadas al cine, esta vez es Tim Burton quien nos introduce en el universo de las profundidades de la madriguera. Las comparaciones con la infinitamente versionada obra literaria son quizás tediosas pero inevitables
Burton nos presenta a una joven veinteañera en busca de su identidad en un mundo que ofrece limitadas alternativas para el género femenino. Detrás de la hollywoodense visión de Burton aparece una crítica a la sociedad victoriana o a los aparatos represores modernos contra las niñas -contra las mujeres- hacia el fin de la película encontramos una edulcorada oda a la liberación femenina así como un -moralizante- interés por demostrar que la identidad -femenina- es algo que se construye tanto con el esfuerzo de toda una vida como con la espontaneidad de un sueño.
Sin embargo, el motor de la obra de Lewis Carroll, célebre autor de Alicia en el país de las maravilla sy Alicia a través del espejo, fue filosófico antes que moralizante, ensambló numerosas piezas para crear una superposición entre un macro universo regido por la precisión de la ley -universo que al fin y al cabo es un juego extrañamente reglado- y un micro universo caótico-infantil-esquizoide.
Encontramos en la Alicia de Burton tan sólo una breve mención a las paradojas filosóficas trabajadas por Carroll, aquellas que hacían de Alicia una maquinaria tan atroz como inocente. Tangencialmente -pobremente- Burton alude a la paradoja del sueño que aparece hacia el final de A través del espejo, ésta parece desafiar por la vía literaria el concepto cartesiano de subjetividad, en el cual el yo, la racionalidad moderna, se postula como sostén del mundo. Aquel Yo que piensa -dicotómicamente- que luego existe y que por último sueña es el verdadero creador del mundo que se hace presente en el sueño, cada una de las partes del sueño se encuentran subyugadas a esta potencia totalizadora que domina ese universo por la negativa, es decir por su poder de destrucción ya que siempre es posible para él la vigilia y el simple ejercicio del despertar; pero todo se complica cuando la protagonista es una niña que sueña a un rey, o un rey que sueña una niña quien a su vez lo sueña dormido; en el mismo punto temporal en que él la sueña es soñado por ella, las cosas se han enmarañado tanto hasta impedir que el ámbito de vigilia cartesiana quede incontaminado.
Deleuze en "Lógica del sentido" traza una distinción entre los cuentos de hadas clásicos y la obra de Lewis Carroll, las primeras se mantienen en el plano de los hechos, poseen una trama, cuentan una historia; Alicia…, por el contrario, se ubica en el plano del discurso, de las sutiles paradojas lingüísticas que llevan a la desesperación a la niña, la película de Burton podría enmarcarse dentro de la primera categoría, el final feliz de la película parece detener la oscilación constante entre el sinsentido aterrador y placentero de la obra de Carroll. Sin embargo, es necesario mencionar que dos hechos convienen a esta versión cinematográfica del clásico infantil, su exhibición tridimensional y el abandono de la estética oscura que hicieron célebre a Burton.