El mundo según Tim Burton
La nueva y esperada película de Tim Burton (Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, 2007) demuestra una vez mas porqué es uno de los grandes directores del mundo contemporáneo. Su alegórica y obscura visión del clásico de Lewis Carroll Alicia en el país de las maravillas, producido por la Disney, es una pequeña obra en donde lo esencial no está puesto en los efectos sino en la construcción corrosiva de una historia que va más allá de lo que se ve. Una crítica social a un mundo cegado por la ambición y el poder.
Alicia, que ya tiene 20 años es llevada engañada a su propia fiesta de compromiso en plena Inglaterra de segunda mitad del siglo XIX, pero ante una presencia inesperada –real o alucinatoria- se cae en un pozo que desemboca en un mundo ilusorio. Un mundo en donde los animales y las plantas hablan y dos reinas hermanas se disputan el poder entre una serie de personajes atípicos y bizarros que integrarán ambos bandos. Una historia de ensoñación que Alicia sabrá transitar, teniendo en claro que sólo se trata de eso… un sueño mágico en un mundo que de maravilloso nada tendrá.
Esta nueva versión de Alicia en el país de las maravillas (Alice in Wonderland, 2010) no es otra cosa que un sueño, un sueño que es el mismo por el que va a transitar Alicia en todo el film. Un sueño que se asemeja a una pesadilla y que Tim Burton tiñó de obscuridad a través de una puesta en escena dark –característica insoslayable del director- pero que, a su vez, se nutre de diálogos irónicos, plagados de comentarios ácidos y mordaces, que en muchos casos se contradicen con el onirismo del cuento, pero que el genial director hace pasar como casuales e inadvertidos ante la presencia de un espectador desatento y nada participativo. Habrá que estar muy atento para entender el doble sentido que imprime cada diálogo.
No se puede negar la búsqueda estética en la perfección que hacen de Burton uno de los directores más afamados del mundo. En este caso esa búsqueda va más allá del efectismo y del 3D – un mérito no menor y que últimamente se ha convertido en un aliado para evitar la piratería- y que está puesto en la impecable dirección de arte, creada digitalmente mostrándonos un mundo maravilloso pero a la vez tenebroso, en el que interactúan personajes tan góticos desde lo externo como actuales desde lo interno.
La lucha del bien y del mal, la ambición del poder a cualquier precio, la locura como medio de escape ante la realidad, el convencimiento de conseguir lo imposible si uno cree que puede lograrlo, la ruptura de los mandatos sociales y familiares, y fundamentalmente la confianza de que el país de las maravillas está dentro de uno y no es un mundos individual y ajeno, son los tópicos por los que el film de Tim Burton nos hace peregrinar a lo largo de sus más de 100 minutos de metraje, en el que todo lo que se ve no es lo que parece.
Helena Bonham Carter como la Reina Roja es la que se lleva todos los laureles actorales, un personaje tan malvado como cómico, que nos hará viajar por una serie de estados que virarán entre el odio y la clemencia. Johnny Depp como el Sombrerero Loco y Anne Hathaway como la Reina Blanca no desentonan pero tampoco logran una creación que se recordará en el tiempo. El personaje de Depp de nada difiere del de Charlie y la fábrica de chocolate (Charlie and the Chocolate Factory, 2005) y su cada vez más parecido actuar con el del cantante pop, recientemente fallecido, Michael Jackson. Un párrafo aparte merece la novel Mia Wasikowska cuyo debut en la personificación de Alicia la catapulta como la actriz con más futuro de la nueva generación. Una Alicia tan mental como visceral, con un increíble manejo paródico de lo real con lo ficticio.
Alicia en el país de las maravillas se ha convertido –gracias a una brillante campaña de marketing- en uno de los estrenos más esperados del año. Una película que nos muestra un mundo que mucho no tiene maravilloso, pero que para darse cuenta habrá que ser un espectador atento y tener ganas de ver una historia en la que no toda la artillería está puesta sólo en lo visual. La conjugación perfecta de cómo se puede hacer una gran obra si se utilizan todos aquellos elementos que el cine nos provee. Una película mágica que resonará en nuestros corazones para siempre.