Alicia en el país de las maravillas

Crítica de Mex Faliero - Fancinema

Paisito

Vaya uno a saber qué oscuro designio del destino ha querido que las dos películas más fallidas de Tim Burton sean aquellas en las que está involucrado un sentido de patria o, al menos, de identidad territorial: sumemos ahora a El planeta de los simios la muy floja adaptación del libro de Lewis Carroll, Alicia en el país de las maravillas, estrenada en pleno auge del 3D. El film -una anémica adaptación- resulta una lastimosa reducción de dos mundos riquísimos e imaginativos (el literario de Carroll; el audiovisual de Tim Burton) a la nada misma, incluso defeccionando ahí donde el director ha demostrado mayores aciertos en su obra: la tecnología aplicada a la imaginación.

Podríamos incorporar a esta lista sobre territorios invadidos por Burton a Marcianos al ataque (o Marte ataca en el original), pero estaríamos faltando a la verdad: más allá de las fallas evidentes en la construcción de personajes, aquella tenía sobre su segunda mitad pasajes muy divertidos y originales. Tampoco quiero suscribir (aunque algo de eso hay, si tenemos en cuenta el parecido con las películas de la saga Narnia) a la idea de que Burton finalmente sucumbió ante la presión de la Disney. En realidad quiero desterrar el lugar común que condena a todos los productos realizados por Disney: la empresa ha construido un imaginario ineludible y en su última etapa -la vinculación con Pixar- quedó demostrado que tiene una visión más actual de la animación que algunas empresas que se la dan de muy cancheras y modernas.

Es difícil encontrar los motivos por los que Alicia en el país de las maravillas resulta un film tan decepcionante cuando todo lo que uno podía esperar, está allí. Uno de ellos se puede rastrear en el hecho de que Burton olvidó por esta vez que tras la técnica, tiene que haber virtud. De lo contrario quedamos ante una cáscara vacía. O, en todo caso, que nunca puede imprimirle al relato de Carroll sus atmósferas góticas que tantas falencias han suplido en otras oportunidades. La oscuridad aquí no se hace presente ni en un aspecto formal, ni en cuanto a los personajes. Y el problema mayor es que muchas veces en el cine de Burton tras esa estética suele no haber nada. Aquí queda demostrado.

Esa falta de interior se traduce a los personajes. Burton, que ha formado una dupla exitosa con Johnny Depp, se recuesta aquí exclusivamente en lo que puedan darle sus actores: raro para un producto que resume tanto cálculo. Sin embargo estos nunca encuentran la forma de jugar con las criaturas que les han tocado en (mala) suerte. Sólo Helena Bonham Carter parece hallarle la vuelta a su Reina Roja y, hay que decir, la Alicia de Mia Wasikowska carece de cualquier tipo de interés para el espectador. El film tiene ahí un inconveniente: ¿qué registro adopta? Burton sabe manejar diversos tonos (si no miren El gran pez), pero siempre funciona en su mundo la sátira. La falta de humor de Alicia aleja cualquier posibilidad satírica y eso, ya que es la protagonista, se traduce al mundo creado: en Alicia en el país de las maravillas más allá del (pobre) 3D, las imágenes carecen de profundidad. Y esa escasa dimensión hace que el universo creado sea insignificante y poco relevante. Nunca nos interesa lo que pasa.

Y el detalle más interesante es el que tiene que ver con cómo se corre este film de los universos que plantea el propio Burton. Siempre sus películas caminaron en el límite que separa lo normal de lo anormal. El horror convivía al borde del suburbio en El joven manos de tijera, también limitaban la imaginación con la realidad en El gran prez, la ciencia y la fe en La leyenda del jinete sin cabeza. En el caso de Alicia (que fusiona los libros escritos por Carroll con un prólogo y epílogo a cargo de la guionista Linda Woolverton), no hay convivencia alguna. Según de qué lado se esté, el mundo que ella se encuentra es una prolongación del propio o, en todo caso, un sueño. Pero no deja de ser algo apartado sin conexión más allá de la propia Alicia. Ese choque aquí no está presente o se dibujó mal, entonces el freak, el habitual “anormal” de Burton, desaparece. Incluso en Sweeney Todd convivían las buenas costumbres corruptas con la justicia y la venganza por mano propia del enajenado barbero. Burton sólo puede plasmar aquí la aventura, que es anodina y está contada con desgano.

Las expectativas en Alicia en el país de las maravillas parecen haberle jugado en contra no a la película, sino al autor. Burton parece una caricatura de sí mismo, filmando a reglamento todo lo que de él se espera: de hecho el 3D fue agregado en la postproducción lo que le resta espectacularidad. Como la película no fue pensada para jugar con las imágenes estereoscópicas, apenas asistimos a una serie de figuritas que se recortan de la pantalla. Pero no mucho más que eso. Lo único positivo de los fallidos universos que Burton ha logrado con los mundos de Carroll y Pierre Boulle (El planeta de los simios) -si uno los mira con atención, proyectos con algunas similitudes- es que uno ya sabe dónde no esperar nada de Burton. Es otro paso en falso, pero el crédito sigue abierto.