Rebelión en el país de las maravillas
Cuando se anunció el proyecto de Alicia en el país de las maravillas dirigido por Tim Burton, muchos entraron en éxtasis. Era la unión perfecta, el matrimonio feliz, nacidos el uno para el otro. ¿Quien mejor que Burton para trasladar a la pantalla el alucinante universo de Carroll? Y es cierto que Burton es de lo más adecuado porque efectivamente los universos de ambos son muy parecidos, con el desborde de imaginación, la reivindicación de los freaks, el mundo de lo fantástico por encima del mundo real o el aspecto falsamente infantil que a la vez va de la mano de lo macabro.
Claro, las expectativas se dispararon y se puede decir que Burton no las cumplió, pero básicamente porque no tenía ninguna intención de cumplirlas. Cabría recordarles a los quejosos que ya Burton había anunciado que no le interesaba mostrar una serie de eventos donde Alicia se paseaba de un personaje a otro sino que lo que quería era contar una historia.
Y lo que surge después de ver Alicia versión Burton es que ciertamente no se trata de una adaptación del libro de Carroll sino más bien una suerte de secuela no oficial (¿un fan fic?) donde se toma un universo (que es parecido al propio, pero no el mismo), un escenario y una serie de personajes de ambos libros. “Alicia en el país de las maravillas” y Alicia a través del espejo” (personajes como la reina Blanca, el Jabberwocky, las Flores Parlantes o Tweedledee y Tweedledum pertenecen en verdad al segundo libro) y donde también hay condensaciones de los mismos (el personaje de Helena Bonham Carter es una mezcla de la Reina de Ccorazones del primer libro con la Reina Roja del segundo). De hecho, aunque este habitado por los mismos personajes Wonderland pasó a llamarse Underland y el mismo carácter de Alicia esta cuestionado.
La pregunta de si se trata o no de la verdadera Alicia se traslada a la trama y es formulada por personajes que desconfían de si la joven de 18 años y en edad de merecer (y huir de un casamiento arreglado) es la misma niña que conocieron.
Tal como Burton había adelantado, el relato ya no es, como en los libros, episódico sino una historia que es de fantasía pero también de aventuras donde Alicia pasa a transitar (a su pesar) el Camino del Héroe. En un Underland oprimido por al tiranía de la Reina roja, Alicia toma un carácter que es prácticamente mesiánico, debiendo asumir un rol predeterminado como aquella que va a liberar a esa tierra de la opresión enfrentando con espada y armadura, como Juana de Arco, al monstruo Jabberwocky.
A pesar de ese relato más clásico, que pareciera acercarlo al de películas como Narnia, no se puede decir que Burton haya traicionado a Carroll. Y aunque no sea fiel al texto, es fiel a su universo, a su estética (las ilustraciones de John Tenniel que acompañaban las primeras ediciones de los libros ciertamente fueron tenidas en cuenta), y a bastante de su espíritu, no solo por el despliegue de elementos fantásticos sino también por la apelación al absurdo y su carácter lúdico y hasta caprichoso, que aquí los personajes del Sombrerero y de la Reina Roja representan muy bien. Y en todo caso, donde mejor se aprecia ese espíritu es en el cuestionamiento y la subversión de la rigidez, la formalidad y las convenciones del mundo real que aquí están representadas por la estirada high class decimonónica británica, donde lo que queda es la fantasía como refugio y recurso.
Quizás el final sí, es algo ñoño, pero eso no resiente un film que no esta entre sus mejores pero sigue siendo una experiencia feliz, y que como casi todos los de Burton, es un derroche de imaginación y de humor y un despliegue visual alucinante. No tiene mucho sentido preguntarse que hubiera pensado Carroll de la (re)versión Burton de su obra, si se hubiese sentido satisfecho o traicionado, porque en todo caso, si a alguien sigue siendo fiel Burton, es a sí mismo.