Hay directores a los que uno les exige mucho. No es para más. Se sabe que a un autor, realizador, independiente, con una imaginación inagotable, personalidad y humor único, estética marcada, que no solo nunca, pudo ser copiada o imitada, sino que además, impuso una moda, se le debe pedir más.
Tim Burton y su mundo de fantasía provocan eso. La conjunción de los relatos de Lewis Carroll y la imaginación burtoniana parece de esas uniones obvias, que uno se pregunta, porque no se dieron antes. El mundo de Burton, está lleno de elementos inspirados en Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a Través del Espejo, escritas por el autor hace casi dos siglos atrás. Aun hoy, tras inumerables adaptaciones, la mayoría para televisión y una inolvidable versión animada producida por los estudios Disney, ha llegado una versión que mezcla de tecnología CGI, y actores de carne y hueso. A eso, hay que sumarle la tecnológica del momento: el 3D.
Nuevamente, los estudios se ponen del otro lado de la cámara, distribuyendo esta versión cuyo principal público, intenta ser el de menores de 12 años. No por nada, la película se estrena en Argentina doblada al castellano también. Sin embargo, como es previsible, el mundo Burton no tiene como único objetivo al infante, y por eso, con su inteligencia habitual el director de El Joven Manos de Tijera apunta hacia los adultos también. Y ahora empiezan las contradicciones, entre lo encargado y lo realizado.
Hay que aclarar que la intención de Burton y la guionista Linda Woolverton (La Bella y la Bestia, El Rey León) fue conformar en una misma obra, ambas historias de Carroll, para crear a su vez una original, casi una secuela humanizada a la historia de Alicia. En este sentido, se me viene a la memoria la personal adaptación que Steven Spielberg realizara en 1991 sobre el cuento de Peter Pan, Hook, con Robin Williams y Dustin Hoffman, donde el chico que nunca quería crecer, se convierte en un abogado que regresaba a Nunca Jamás para redescubrir su niño interior.
Opuestamente a esta lógica, Alicia en el País de las Maravillas de Burton trata sobre crecer y saber elegir uno mismo las opciones que tomará en la vida. Esta matriz, cuyo origen pertenece en parte al ideal de Carroll, suele vincularse con la de El Mago de Oz. Alicia deja de ser adolescente para imbuirse en un mundo adulto, y dejar de ser influenciada por una aristocracia superficial y estúpida, adepta a rutinas y tradiciones para convertirse en una burguesa de espíritu imperialista (ejem).
Realmente esta lectura de Alicia es… extraña, viniendo de Tim Burton, un director que siempre defendió al niño interior, al espíritu infantil, que siempre se opuso a dejar de lado la infancia, la inocencia, la ingenuidad. Lo lúdico, siempre formo parte escencial de la filmografía burtoniana y Alicia, se va alejando de eso…
Sweeney Todd, su anterior trabajo, un híbrido musical, demasiado oscuro para formar parte de su filmografía, pero que a la vez, contenía muchos simbolismos, objetos, estética y temática, relacionada con las anteriores obras, era una obra compleja, demasiado ambiciosa, con graves errores narrativos.
Alicia, en cambio, funciona como reloj suizo, es tan lógica y perfecta como juego de ajedrez. Todo es demasiado calculado, solemne, equilibrado, prefabricado. Demasiado perfecta. Fiel al espíritu de los libros, en todo punto de vista, y a lo que uno esperaría de Tim Burton, tanto desde la estética, el diseño artístico, la temática, los personajes, la filosofía, la banda sonora a cargo del siempre eficaz, Danny Elfman. A la vez, no deja de ser una película de Disney: es entretenida, ligera, familiar, con intenciones de unir públicos, de forma similar a la saga de Piratas del Caribe. Pero, por alguna razón se nota que se trata de un trabajo por encargo. Elementos que todo aquel que sea fanático de Burton sabe de memoria, aparecen desfigurados. Las presentaciones de las películas de Burton son siempre identificables: siempre pone los títulos principales al principio, en alguna secuencia conformada por objetos que más tarde serán de vital importancia narrativa. Esta vez los créditos van al final. ¿Por qué distanciarse de una marca tan obvia y conocida?
Porque Burton quizo tomar una distancia con respecto a la obra. Los primeros 5 minutos son extraños. Demasiado luminosos y realistas. No parece una película de Burton, la hipocresía blanca de la aristocracia inglesa, no parecen combinar con la oscuridad que distingue al director… Alicia se escapa y cae en el hueco adentro del árbol que la llevará a la “Tierra Subterránea”. A partir de que sale al exterior, el personaje no entra en el País de las Maravillas sino en la imaginación de Burton: árboles deformados sin hojas con ramas retorcidas, un zoológico abandonado, animales formados por ligustrina (¿quien los habrá cortado?). Todo será oscuro, lúgubre, nada que ver con el dibujo animado. El sombrerero loco toma el té delante del molino incendiado de La Leyenda del Jinete sin Cabeza. Sí, es una película de director, pero por ahora, solo a nivel superficial. De a poco, los personajes de cuento de Carroll, caracterizados por el autor original como completamente locos, empiezan a tomar características humanas, melancolía, nostalgia, tristeza. Sentimientos. Y nunca resulta forzada la trasformación.
La película levanta vuelo existecialista y filosófico, además de tomar carácter social: la Reina Roja, impone un reinado de maldad y prejuicios. Ha destruido el País de las Maravillas junto con el malvado caballero Stayne. La única manera de pararlos, es destruir al protector de la Reina, el monstruoso Jabberwocky y devolver el reinado a la Reina Blanca. La elegida para matarlo es Alicia, quien no se muestra demasiado interesada en cumplir la misión.
Burton y Woolverton se toman bastante licencias en nombre de la fantasía: se sugiere una seudo relación romántica entre Alicia y el Sombrerero, paralelamente que se trata de vincular al interesado Stayne, con la Reina de Corazones, cuya deforme cabeza gigante, pero a la vez, su “ilimitado” poder provocan que todo su entorno construya una falacia alrededor de ella. Fiel a su mirada del mundo, Burton se compadece de la Reina, una mujer que lo único que desea es ser amada y respetada, pero que para ello (e influenciada por los discursos de Stayne) lo busca a través del miedo (cualquier semejanza entre esta relación y la de el Pingüino y Max Schrek en Batman Vuelve no son coincidencias). A la vez, realizador y guionista homenajean a Carroll: muchas de las palabras inventadas, y juegos lingüísticos del universo del autor aparecen en la película, incluído el poema original del Jabberwocky.
El director, extrañamente, a medida que avanza el relato, va dejando atrás el humor y la fantasía, inocencia inicial, para mostrarse dramático, oscuro y más solemne aún. Los tonos empiezan a ser contradictorios, al igual que el mensaje final, las lecturas ideológicas, y filosóficas, que se pueden sacar acerca de la resolución de la historia.
No voy a develar detalles, pero pareciera que Burton y Disney no se lograron poner de acuerdo, de la manera en que la Reina Blanca debía ser representada. Mientras que la Reina Roja termina despertando enorme simpatía y compasión, la Reina Blanca es hipócrita, falsa, oscura y siniestra. Delega el trabajo sucio (matar al Jabberwocky) en Alicia para volver a ser reina. El problema de la película (¿y del guión?) es la lectura que se le quiere dar al público infantil. Quizás un adulto, note que la Reina Blanca no es tan “pura” como aparenta ser, pero Burton lo maneja de forma tan sútil, que nunca queda clara la posición al respecto, dando la apariencia, en una primer lectura, que la Reina Blanca es en realidad tan buena como se la pinta. ¿Peligroso y manipulador?
Se sabe que a un chico no se lo puede engañar. Burton lo sabe y toma distancia al respecto, pero parece que los estudios del ratón, tomaron otra decisión al respecto.
Más allá de esto, y del hecho que sobrevuela cierto aire de artificio, la películas es disfrutable de principio a fín: los colores, la escenografía, el ritmo. Ciertos personajes clásicos, muy reconocibles del cuento van perdiendo participación con el correr de los minutos: desde los gemelos Tweetledee y Tweetledum, pasando por la liebre, y especialmente el conejo Mc Twid. En cambio el sombrerero loco, convertido en antihéroe y co partener de Alicia en su misión es fundamental. Vale agregar, que quizás su participación hubiese sido menor sino estaría interpretado por un equilibrado, contenido y excesivo a la vez, irreconocible por el maquillaje, Johnny Depp. El sombrerero loco, tiene alma, vida, gracias a Depp, que demuestra que a cargo de Burton, siempre actúa mejor.
Bonham Carter hace querible, exquisita y odiosa a su Reina Roja, mientras que Hathaway termina irritando por la simpatía y el fantasmal retrato de la Blanca en una de sus mejores interpretaciones. Destacado es Crispin “Mc Fly” Glover como Stayne, y da placer escuchar a Stephen Fry, Alan Rickman, Timothy Spall, Michael “Alfred” Gough y el gran Christopher Lee en las voces de personajes secundarios. Pero la verdadera protagonista que se lleva todos los laureles es la excepcional actriz australiana Mia Wasikowska. Creible, contenida, en ningún momento sobreactúa, sabe balancear y modificar sus estados de ánimo sin sobreactuar ni parecer forzada.
Burton no deja atrás pequeñas referencias en decorados y vesturario a Beetlejuice, El Joven Manos de Tijera, Charlie y la Fábrica de Chocolates y Sweeney Todd.
Quedará abierta la polémica, acerca de cómo el realizador, logra meter su identidad esta vez, cuanto es auténtico, cuanto manufacturado por la Disney, pensando únicamente en la taquilla… Sin duda, la compañía va a tratar de redituar lo máximo posible con la película: por primera vez el director accede a incluir un tema pop adolescente para atraer al público más joven. La canción “Alice” de Avril Lavigne es realmente olvidable, pero hará vender muchos discos (en realidad, en la Batman original Prince compuso un par de temas, pero las intenciones publicitarias de ambos son diferentes). Para el fanático, volver a escuchar a Elfman en los créditos, será el verdadero premio.
A diferencia de Avatar, Alicia en el País de las Maravillas, le da mejor y más versatil uso al efecto tridimensional: no solo mejora y aumenta la profundidad de campo, sino que también está muy bien aprovechado (sin ser ostentoso ni fatigante a la vista) el recurso cuando los personajes le tiran objetos a la cámara, de forma tal que parece que estuvieran por caer encima del espectador.
En conclusión, este nuevo excepcional viaje imaginativo a los mundos de Lewis Carroll, y Tim Burton no va a terminar decepcionando. Pero es cierto, que se trata de un trabajo tan perfecto y calculado, con tan poca sorpresa, espontaneidad o fallas, que uno le exige más a su creador… más osadía, que rompa los moldes, que vuelva a defender la fantasía infantil… y no se ate tanto a lo que le piden. Quizás es demasiado dificil teniendo en consideración los cánones del Hollywood contemporáneo. Pero… ¿dónde está el amante de Ed Wood y el cine clase B? ¿Bajo que capa se esconde? Al final, la perfección termina siendo objetable.