A Nicolas Parisier lo conocimos por su ópera prima Le grand jeu, vista en la competencia Cineasti del Presente del Festival de Locarno 2015, donde ya abordaba las relaciones entre los intelectuales y los políticos.
En este rohmeriano segundo largometraje, Parisier se centra en la relación entre Paul Théraneau (el siempre notable Fabrice Luchini), veterano alcalde socialista de Lyon con serias aspiraciones y posibilidades de pugnar por la presidencia, y Alice Heimann (la encantadora Anaïs Demoustier, ganadora del premio César por este trabajo), una joven graduada de Filosofía en Oxford que es convocada para un poco específico cargo que consiste en “aportar ideas”.
Ocurre que Théraneau -un tipo indiscutiblemente hábil e inteligente- está “quemado” al punto de que, asegura, ya no puede “pensar”. Alice -que no está contaminada por las miserias de la política- será, entonces, su sostén, su cable a tierra y su guía intelectual. En el trayecto, claro, irá ganando lugar dentro del círculo íntimo en la toma de decisiones.
La película es divertida, inteligente, ingeniosa e inquietante en su mirada a las tensas relaciones, las incompatibilidades entre política y filosofía, entre la práctica y la teoría, entre los profesionales de la gestión y los recién llegados. Ganadora del Europa Cinemas Label Award en la sección Quincena de Realizadores de Cannes 2019, Alicia y el alcalde resulta una muestra paradigmática de cine francés: puro, esencial y, sí, también fascinante.