Más palabras que emoción.
Alicia y el alcalde es la segunda película del director y guionista francés Nicolas Pariser, que formó parte de los prestigiosos festivales de Cannes y San Sebastián en el 2019. Está protagonizada por Anaïs Demoustier y Fabrice Luchini, acompañados de Nora Hamzawi, Antoine Reinartz y Maud Wyler, entre otros.
La historia se centra en Alicia (Demoustier), una joven filósofa contratada como asesora del alcalde de la ciudad francesa de Lyon, que atraviesa una crisis existencial tras treinta años de actividad política. Entablando así una relación de amistad, en la que ella gana lugar dentro de su círculo íntimo y él la consulta sobre cuestiones importantes además de compartirle su experiencia.
El principal problema de esta película es que prioriza los conflictos laborales por sobre los humanos. Lo que da como resultado una exhibición clara del trabajo que se lleva a cabo dentro de una alcaldía desde el punto de vista de una empleada nueva. Algo que puede llegar a generar aburrimiento en los espectadores, que no logran empatizar con sus personajes ante la ausencia de conexión con sus motivaciones y la falta de gags efectivos.
Motivo por el que se desaprovecha a un actor de la talla de Fabrice Luchini, cuyo personaje se limita a recitar largos monólogos informativos en los que filosofa acerca de cuestiones políticas en lugar de entablar una conversación con los demás. Así como también queda en segundo plano lo verdaderamente interesante, que es la forma en que repercute este trabajo demandante en la vida privada de Alicia, y especialmente las tensiones que genera en sus relaciones sentimentales.
En conclusión, Ana y el alcalde parte del mismo planteo argumental que El discurso del rey, que es el de la relación entre un mandatario y su asesor. Pero se diferencia del primero al poner el foco en las cuestiones estrictamente laborales, dejando en segundo plano las consecuencias de estos en el entorno que los rodea, que es lo realmente interesante.