En el comienzo de “Alicia y el Alcalde”, de Nicolás Pariser, conoceremos a Alice (Anaïs Demoustier), una empleada asociada a la comunicación que se traslada de Londres, Inglaterra, a Lyon, Francia, para trabajar en la alcaldía dirigida por Paul Théraneau (Fabrice Luchini), un político de larga data, en una ciudad que tiene algunas exigencias por parte de sus ciudadanos.
Los primeros minutos del relato son claves, porque nos muestran a Alice llegando al inmenso palacio gubernamental, un barroco edificio plagado de ornamentos, lámparas antiguas y oficinas pequeñas que desnudan la inmensa burocracia del lugar, y recibiendo indicaciones, breves, por parte de Melinda (Nora Hamzawi), quien responde a la incorruptible Isabelle (Léonie Simaga), la persona más cercana al Alcalde.
“Llegaste para un puesto que no existe más, pero se ha creado otro para vos”, le dice Melinda, y Alice, agotada por esa información de último momento, asiste, desganada a un nuevo encuentro con Isabelle.
“Tu función será crear, a futuro, planes estimulantes para el Alcalde, escribirás notas que él luego leerá”, le dicen. Atónita, sin saber cómo seguir, lo peor no está aún dicho. En su inentendible encuentro con Théraneau, intentará comprender qué necesitan de ella. “Yo hace tiempo que no puedo pensar, no tengo ideas, así que necesito que me ayudes”, le explica su superior.
“Alicia y el Alcalde”, desde ese momento, comienza un intenso camino en el que la construcción de la dupla protagónica se sostiene mostrando sus claroscuros sin subrayar de manera unívoca sus personalidades. Al contrario, en cada escena se muestran nuevos colores que revelan nuevas y potentes capas de cada uno.
La corrupción, los hilos ocultos de los manejos políticos, las dificultades para lograr un verdadero reconocimiento, la manipulación, y por último la verdad de los vínculos, consolidan su propuesta narrativa, que se enriquece con la mano segura de Pariser para contar este cuento.
Demoustier y Luchini brillan en una historia oscura, mostrando diferentes aspectos y tonos de sus roles, guiados hacia una potente reflexión sobre el maniqueísmo político, velamientos, y en donde la mirada decepcionante de la sociedad, es tal vez, su principal motor, logrando un intenso relato sobre vínculos y pasiones.