El dolor por la muerte de su madre invade a Jotta, quien ahora está alistando la logística para vaciar la casa. Es un momento de introspección y nostalgia, pero también de cuestionamientos. Dirigida por Alejandro Rath (¿Quién mató a Mariano Ferreyra?), Alicia oscilará entre las dudas de ese hombre en pleno proceso de duelo y el relato de la agonía de su madre.
Como en su ópera prima, Rath no hace una ficción pura sino que inscribe su relato dentro de un contexto real. Así, a los largos flashback que narran los últimos días de la lucha de Alicia (Leonor Manso) contra el cáncer -pero también contra el sistema de salud público- se le suman varios fragmentos en los que Jotta (Martín Vega) intenta encontrar respuestas a lo inexplicable.
Entre un acto de la izquierda por el Día del Trabajador, la procesión a Luján, un velorio judío o una misa del Pastor Giménez, la película adquiere una deriva naturalista basada en la observación atenta de esas situaciones, mientras en paralelo se recuperan las vivencias de Alicia.
Es esta última subtrama la que no funciona del todo bien, en tanto no escapa a los lugares comunes del género “enfermedades terminales”, incluyendo la aparición de un interés romántico para Jotta en una enfermera (Paloma Contreras). El resultado es un film algo irregular aunque interesante, sobre todo cuando respira un aire de pura verdad.