El debut de Alejandro Rath en el largometraje de ficción -antes filmó el documental ¿Quién mató a Mariano Ferreyra?- explora los diferentes caminos que toma Jotta, un joven ateo y militante, para que su madre pueda morir en paz tras una larga enfermedad.
Alicia explora el dolor y el duelo en una historia que comienza con una marcha del partido obrero y muestra el largo periplo que inicia Jotta -Martín Vega- para enfrentar una realidad que no puede cambiar y ni siquiera comprender.
En busca de respuestas y soluciones, Jotta participa de una peregrinación a Luján, se confiesa y hasta recurre a otros cultos -el templo donde aparece el Pastor Giménez- mientras lidia con los paliativos de la medicina tradicional en un hospital público.
Ni la religión ni la ciencia parecen darle respuestas en este relato estructurado en base al racconto y que se detiene en el "antes" de la relación entre Jotta y su madre Alicia -Leonor Manso, el verdadero motor del filme-.
El director no parece ocupado en ofrecer respuestas o soluciones a todos los temas que aborda su trabajo, y la relación central madre-hijo es la que lleva adelante el andamiaje narrativo. La trama incluye a una enfermera -Paloma Contreras- responsable por sus tareas y por quien Jotta siente atracción y el ex-marido -Patricio Contreras- de Alicia que se presenta en el nosocomio. Todo queda en familia y Jotta sólo está enfocado en la difícil enfermedad de su madre y en una casa llena de recuerdos.
Con una mirada crítica al sistema de salud, sin caer en golpes bajos y con oportunas cuotas de gracia -dentro de la desgracia- que sirven para descomprimir la tensión, la película cumple su cometido con el suero a cuestas.