Esta secuela de Prometeo y precuela de la ya mítica Alien, el octavo pasajero trabaja a partir de recursos conocidos (los integrantes de una expedición espacial atacados por criaturas feroces, la rebelión de los robots contra sus propios creadores), pero con buenos resultados. A los casi 80 años, el director de Blade Runner, Thelma & Louise y Gladiador saber cómo hacer que funcionen los mismos viejos sustos en un vistoso film de ciencia ficcón que incluye un desatado festival gore.
En 1979 se estrenaba Alien, el octavo pasajero, una película que sería fundamental en la evolución de la ciencia ficción moderna dirigida por un realizador británico que venía de filmar una excelente ópera prima como Los duelistas. Casi cuatro décadas han pasado desde entonces, hoy Ridley Scott está a seis meses de cumplir 80 años y este género ha sido transitado desde entonces con mayor o menor suerte por miles de otros títulos.
¿A qué viene este preámbulo? A que, más allá de sus hallazgos y carencias, es imposible que un film como Alien: Covenant despierte a esta altura el mismo entusiasmo y genere una sorpresa similar a la del film original. En este sentido, considero que se trata de una buena, por momentos muy buena película aunque en la comparación pierda respecto de las primeras tres entregas a cargo del propio Scott, James Cameron y David Fincher (es superior, por suerte, a Prometeo, de la que Covenant funciona como una suerte de secuela).
Ambientada en 2104 -precisamente diez años después de los trágicos hechos de Prometeo y 18 antes de Alien: El octavo pasajero-, esta película arranca con una expedición a bordo de la nave Covenant rumbo al muy lejano planeta Origae-6, donde supuestamente están dadas las condiciones ideales para establecer una colonia humana (además de hombres y mujeres transportan embriones). Pero una falla inesperada en la máquina, la muerte del capitán (James Franco desaparece a los pocos segundo de película y ni siquiera figura en los créditos) y la aparición de un ámbito mucho más cercano con características similares hacen que varios de los tripulantes aterricen y exploren un terreno que en principio no estaba en los planes.
Más allá de algunas cuestiones filosóficas no demasiado sofisticadas, del duelo entre Michael Fassbender y Michael Fassbender (reaparece el David de Prometeo y se enfrenta con Walter, que es una versión mejorada de aquel robot) y de un conflicto básico de la ciencia ficción como la rebelión de las máquinas contra los humanos que las crearon, Alien: Covenant es una correcta, eficaz y si se quiere algo elemental historia de viajeros atacados por criaturas feroces, con muchoa violencia, sangre y vísceras (prepárense para un festival gore), mujeres fuertes (aunque Katherine Waterston está muy lejos de emular a la gran Sigourney Weaver), una pareja gay (Demian Bichir y Nathaniel Dean), impecable diseño y embriagador despliegue visual, cortesía del notable DF Dariusz Wolski.
¿Que suena un poco a fórmula conocida? Puede ser. Alien: Covenant no es una película disruptiva, innovadora ni mucho menos revolucionaria. Pero si nos abstraemos de la influencia que tuvieron sus predecesoras y nos limitamos a ubicarla en el contexto actual del cine de Hollywod se trata de un film sólido que ofrece más posibilidades de disfrute (y de sustos, claro) que de resignación.