El prólogo de Alien: Covenant nos hace pensar que vamos a ver algo muy parecido a Prometeo, la película anterior en la franquicia. Peter Weyland (Guy Pearce), el fundador de Weyland Corporation, conversa con Walter (Michael Fassbender), el nuevo androide, en una habitación blanca. Más allá de que los dos son personajes que vimos en Prometeo (aunque el androide era otro modelo), el tono de la charla tiene esa cosa ambiciosa un poco existencial.
Sin embargo, es solo el prólogo. Por suerte, la película después toma un rumbo mucho más parecido al de la Alien original. La nave Covenant está viajando al planeta Origae-6 con dos mil colonos y mil embriones. Un desperfecto obliga a Walter, el androide, a despertar a la tripulación, pero el capitán Jake (James Franco) muere luego de que se incendia su cápsula.
Después de que la tripulación arregla los desperfectos, la nave recibe una comunicación de un planeta cercano. Aparentemente, este planeta desconocido tiene todas las características para ser habitable y colonizado, y queda mucho más cerca que Origae-6. El primer oficial Oram (Billy Crudup), que quedó a cargo luego de la muerte del capitán, sugiere que vayan a este nuevo planeta. Dany (Katherine Waterston) dice que le parece raro que justo haya aparecido este planeta nuevo, que parece demasiado perfecto, que seguro es una trampa, y que mejor continúen camino hacia Origae-6. Obviamente, Oram ordena lo contrario.
La discusión entre Oram y Dany recuerda un poco aquella de Alien entre Ripley y Dallas, cuando Dallas quiere entrar a la nave con Kane infectado y Ripley dice que no. En las dos películas suponemos que la que está en lo correcto es la mujer, y así se van perfilando como heroínas.
El resto es un placer. O tal vez una tortura placentera. Nadie está a salvo de morir, y Ridley Scott se divierte y nos divierte con su slasher alienígena. Una gran secuencia en la que el primer infectado incuba la primera criatura ya nos pone en clima, y después es todo vertiginoso y los únicos momentos en que se ralentiza son aquellos en los que los androides filosofan y la película parece anclarse en su mitología.
Cerca del final, otra escena parece recordar a una clásica de Alien. Cuando todo parece haber terminado, dos tripulantes tienen sexo en la ducha y son atacados por la criatura, que pudo ingresar a Covenant. De la misma manera, Ripley fue atacada, en bombacha. La desnudez acentúa la indefensión y además es un tropo del cine de terror, género al que la franquicia felizmente vuelve en esta última entrega.