Diez años pasaron de los eventos sucedidos en “Prometeo” (Prometheus). Aquí la astronave colonizadora “Covenant”, con una pequeña tripulación, conformada por parejas y 2000 colonos a bordo, se encuentra en curso hacia el planeta Origae-6, en el borde exterior de la galaxia hasta que una explosión estelar daña parte de la nave, lo que provoca decenas de muertos y los hace cambiar de rumbo.
Los sobrevivientes deben decidir si continúan con su viaje hacia su destino, lo que les llevaría otros siete años en animación suspendida, o explorar un nuevo mundo cercano a su posición, que al parecer reúne todas las condiciones para albergar a esta misión colonizadora y sus pioneros. El optimismo no dura demasiado, puesto que el nuevo planeta es más amenazador y escalofriante de lo que todos esperaban.
Ridley Scott retoma la silla del director en esta entrega que es secuela directa de la anterior entrega (de 2012, la cual también dirigió) y que a su vez es precuela de “Alien, el Octavo Pasajero” (Alien, de 1979). El guión escrito por John Logan y Dante Harper, a partir de una historia de Jack Paglen y Michael Green, basado en la creación de Dan O’Bannon y Ronald Shusett, nos acerca cada vez más hacia los orígenes del espeluznante Xenomorfo.
Sin dudas, quien va a ver una película de esta franquicia en una sala de cine, lo hará por todos los elementos conocidos por los amantes del género, como el Xenomorfo, la sensación de encierro, el miedo. Pero creo que luego de ver todas las entregas -sin contar las “Alien vs. Depredador”- es bastante más de lo mismo y casi no aporta nada nuevo, exceptuando el hecho de que mostraron un poco más de la raza de los “Ingenieros”, bautizados con ese nombre en “Prometeo”, y que aquí se los muestra a través de un mero flashback sin haber ahondado un poco más.
La película es entretenida pero no llega a ser lo que fueron las primeras dos entregas “Alien” y “Aliens” (Alien 2) que a mi entender siguen siendo las más terroríficas por lo novedoso de la trama y la sorpresa que causaron en ese momento.