¡Mira quién es el malo ahora!
La nave espacial Covenant se dirige a un planeta remoto llamado Origae-6 para establecer un nuevo puesto de avanzada para la humanidad. A bordo de la embarcación se encuentran 2.000 personas, más la tripulación en estado de hípersueño, necesario para poder realizar tremendo viaje.
Que la nave llegue a destino y que todo funcione correctamente durante el proceso está en manos de Walter (Michael Fassbender), un robot sintético de última generación. Pero el tranquilo viaje se ve interrumpido cuando una explosión estelar alcanza a la Covenant y provoca daños significativos y varios muertos.
La tripulación es despertada para hacerse cargo de los problemas y es allí cuando captan una pequeña señal proveniente de un planeta que hace que alteren su curso para ir a investigarla. Al llegar al origen del extraño mensaje se encuentran con lo que parece ser un paraíso inexplorado: un hermoso Edén con clima perfecto, paisajes maravillosos y una vegetación abundante; y que, a simple vista, es un mejor lugar que adonde se dirigían para que los colonizadores lo tomen como su nuevo hogar.
Sin embargo, lo que acaban de encontrar es, de hecho, un mundo siniestro y mortal con un único habitante llamado David (Fassbender). Lo que le depara a la tripulación de la nave Covenant es la peor de sus pesadillas hecha realidad.
De esto es básicamente lo que se trata “Alien: Covenant” (2017), la tercera película de la franquicia que dirige Ridley Scott y que se sitúa diez años después de los eventos ocurridos en la bastante floja “Prometeo” (Prometheus, 2012).
Se sabe que Scott anunció hace dos años que iba a hacer una nueva trilogía cuyo final llevaría a los eventos que ocurren en el primer filme, el clásico de clásicos “Alien, el octavo pasajero” (Alien, 1979).
Y “Alien: Covenant” tiene mucho de homenaje a esa estupenda película, ya sea porque se ven objetos que aparecen en el largometraje de los setenta (el pájaro de juguete que toma agua), por la similitud narrativa (el xenomorfo tarda en aparecer al igual que en la primera) o por el uso de frases conocidas (Daniels (Katherine Waterson) usa las mismas palabras que dice Ellen Ripley (Sigourney Weaver) en Alien.
Pero esto no quiere decir que esta última entrega esté a la altura de la original. Por empezar, el filme se torna bastante místico y explicativo, y se va para un lado al cual es difícil que muchos fanáticos acepten. Seamos realistas: los fans de esta saga adoran ver a los aliens persiguiendo humanos y estos tratando de salvarse como puedan. Lo que plantea Scott apunta a algo mucho más profundo, y tal vez menos digerible. Y, también, por primera vez la amenaza, o “el malo”, pasa a ser otra entidad, más allá del bicho baboso. No es que no hubiera seres humanos o robots villanos en las anteriores entregas, sólo que no eran tan importantes como ahora.
“Alien: Covenant” mejora mucho en cuanto a su antecesora, tiene unas escenas de acción coreografiadas de una manera sublime, algo que Ridley Scott maneja a la perfección; y no titubea en derramar sangre a mansalva, pero se hace tan explicativa que termina jugándole en contra.
Tiene un final abierto y habrá que esperar cómo cierra esta trilogía, pero hasta ahora no estamos ante lo que se espera con estos dos largometrajes. Teniendo en cuenta la vuelta a la saga del hombre que lo inició todo.
“En el espacio nadie puede escuchar tus gritos”, rezaba la famosa frase de la franquicia. Pero en los cines sí, así que esperemos que con la próxima entrega los realizadores apunten más alto y estén a la altura de las circunstancias. Una legión de fanáticos de varias generaciones estará agradecida.