“Alien: Covenant”: Un espacio sin respuestas.
En su tercera entrega como director de la saga Alien, Ridley Scott, nos lleva a un viaje dotado de un aburrimiento y previsibilidad, donde los clásicos xenomorfos, cambian los gritos de terror por bostezos de indiferencia.
Como suele pasar últimamente con las películas de ciencia ficción que incluyen una nave y tripulantes abordo en estado somnífero con destino a despertar unos cuantos años después de lo que finalmente lo hacen, todo aquello que pueda fallar , definitivamente fallará. Esta premisa se cumple a rajatabla, a nivel macro incluso, con la nueva, e innecesaria, película de Alien: Covenant.
Nos bastan unos pocos minutos de metraje para dar cuenta que aquello que nos fascinó en el film que diera origen a estos bichos amorfos, no lo volveremos a encontrar en pantalla. Incluso cuando el director responsable sea el mismo, ya que Ridley Scott supo regalarnos las más terroríficas escenas de suspenso en Alien: El Octavo Pasajero (1979), película icónica si las hay del género de ciencia ficción, para luego trastabillar con Prometeo (Prometheus, 2012), film que precede en trama argumental, en lo que puede considerarse una de los peores fallidos del cine de género, y sin duda, un desacierto importante en la carrera del gran Scott.
La historia nos trae, como mencionamos inicialmente, a la nave Covenant, en la cual viajan distintas parejas de pilotos, científicos, religiosos, biólogos, quienes recién deberán despertar cuando lleguen al planeta Origae-6, para establecerse allí y fundar colonias. Llevan consigo, dos mil colonos criogenizados y 1400 embriones. Por supuesto, un desperfecto aleatorio, como todos los que se suceden allí en el espacio, provocará severos daños en la nave, e irreparables pérdidas en la tripulación.
Aquí el primer problema de tantos que padece el guión, en ningún momento podrá el espectador lograr empatía con alguno de estos personajes, las relaciones entre ellos, todos se presentan como un desfile de estereotipos sin definición, nada sabemos de ellos y todos parecen actuar a la par del único androide presente, Walter (Michael Fassbender), quien es por lejos lo mejor de la película, o al menos quien le pone una cuota de interés para que el espectador no se tiente en abandonar la butaca prematuramente.
Un fallido importante que no debe dejar de mencionarse es la elección de la actriz Katherine Waterston, quien interpreta Daniels, una mujer que al comenzar la historia pierde trágicamente a su novio, y desde allí todo lo que tenga que ver con ella será un manojo de nervios, malas decisiones, y una histeria constante que un personaje como la comandante a cargo de Covenant no merecía para nada, menos aún si caemos en la tentación de compararla con la soberbia actuación que nos brindara Sigourney Weaver, en el papel de Ripley, en la primera entrega.
Ahora bien, luego de los desastres tecnológicos sucedidos, el equipo escuchará una señal humana proveniente de un planeta desconocido, en el cual por supuesto aterrizarán para encontrarse con la que ya todos sabemos, o al menos esperamos, pasados los primeros cincuenta minutos de película: la presencia de estos seres amorfos y perturbadores que darán pie a algunas escenas que pueden definirse entre una mezcla de gore, sátira involuntaria, mucha pero mucha sangre, corridas por todos lados, gritos frenéticos y no mucho más.
Con abundantes y forzosas referencias a su antecesora, por supuesto repitiendo la fórmula mortal de cómo se originan estos bichos dentro del cuerpo de los humanos hasta el sonido clásico de Jerry Goldsmith, todo parece un reciclaje chato, con una excelente calidad fílmica pero con groseros agujeros en el guión.
La “sorpresa“ que los guionistas John Logan y Dante Harper, preparan para el giro final, se adivina si están muy atentos casi a la mitad de la película, si están algo distraídos con la doble interpretación de Fassbender, como los androides Walter y David, respectivamente, es posible que media hora antes del final, ya todos sepan lo que va a suceder.
Algunas referencias bíblicas, diálogos filosóficos que nada aportan al argumento, personajes flojos de coyuntura, un alienígena que parece llevarse más al plano de una mascota que al verdadero terror que infringía en las anteriores entregas. Todo entonces, convierte a Alien:Covenant en la peor de toda la saga, pero como el optimismo impone, seguramente el final abierto que propone traerá una nueva marca negra en una de las mejores historias de ciencia ficción que el cine nos supo regalar.