EL DESAFÍO DE SOBREVIVIR El secreto de Maró, segundo largometraje de Alejando Magnone (Subte Polska) marca el regreso -al menos en narrativa ficcional- de Norma Aleandro a la pantalla grande. En 2020 tuvo su estreno el documental Norma Aleandro, vuelo de la mariposa, sobre la actriz y directora, quien nos invitaba a descubrir el papel imprescindible que tiene el arte en muchas de sus expresiones, dentro de su vida. Subte Polska contaba la historia de un inmigrante polaco, quien encontraba refugio en un trabajo bajo tierra, para huir de los recuerdos de la guerra y de las pérdidas pasadas y presentes. En esta segunda propuesta, Magnone vuelve a introducirse en el mundo de los inmigrantes, esta vez dentro de la comunidad armenia, contando la historia de Maró (Aleandro), una mujer de noventa años, cocinera en el restaurante de un club armenio que batalla con sobrevivir las deudas y la poca clientela que asiste, aun cuando Maró y sus dos amigas ofrezcan platos que conectan de inmediato con la tierra natal. En el contexto de esa puja por mantener a flote el local, con la intención del presidente del club de cambiar platos típicos por minutas, llega a la vida de Maró una noticia que traerá aromas del pasado y cambiaría todo. ¿Quedará algo por decir de las interpretaciones que Norma Aleandro ofrece en cada obra que participa? Desde ya. Si bien conocemos en plenitud varios de sus artilugios mágicos a la hora de componer un personaje, pareciera que la actriz siempre tiene una receta nueva para sazonar y acercarnos la intimidad plena de lo que se cuenta. Maró, carácter fuerte, alguien que aunque quiera no puede llorar, con unos modos bastante viscerales, encuentra en el club, y en la cocina del restaurante un refugio que le fue negado desde muy chica. Al ser separada de su familia desde pequeña, no volvió a saber de ninguno de sus familiares, pero eso está por cambiar así como la esencia que realmente lleva dentro, un alma llena de dolor, que finalmente terminará llorando de alegría. Llenar espacios, dejar espacios; Maró recorre cada lugar del club y de su casa con un peso propio, ya sea a los tumbos con su chango de compras, o con los momentos donde pareciera detener el tiempo en el jardín sagrado con hierbas que ha cosechado desde que llegó al país, una de ellas en especial: eneldo, la planta de la felicidad, la misma que Maró luego de una espera de muchísimos años, podrá finalmente experimentar su fruto. Sensible propuesta del director, quien encuentra en las interpretaciones de todo el elenco una respuesta notable, para llevar a cabo una historia de amor, de reencuentro y de segundas oportunidades.
MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES, MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES... “Soy Mary Putrueli. Acá no quedó nada del guion de Charlie Kaufman. Qué atinado Robert Zemeckis en no dirigir esta adaptación. Soy Mary Putrueli. Esto es una reseña de una película que no se entiende hacia dónde va. No hay un atisbo de química entre los personajes. Soy Mary Putrueli. Muy buena premisa para un desarrollo monótono y poco legible”. El párrafo anterior comienza con “el ruido que sucedió en mi cabeza” al comenzar a pensar y escribir sobre Caos. Para quienes aún no la vieron, este ruido del que hablamos hace referencia a aquello que los hombres piensan y todos pueden oír y en ocasiones, ver. Sí, solo los hombres, porque en el mundo distópico, donde la historia sucede, no hay mujeres, y las pocas que luego aparecen en pantalla tampoco tienen “ruido”; que no se entienda que se quiere sugerir que las mujeres no piensan, o que lo que piensan no es lo suficientemente interesante para poder ser escuchado o visto por otros, sino simplemente es que así está planteado. Los anti feministas dirán “dejen de exagerar todo” y las feministas dirán “dejen de hacer películas tan estúpidas”. Una grieta más que nadie pidió. Retomando la trama, los hombres tienen (y hacen ruido) y deben, desde pequeños, aprender a controlarlo. Es decir, domar sus pensamientos. Todd Hewitt (Tom Holland, nuestro querido Hombre Araña) es parte de esta sociedad acéfala de mujeres. De un momento a otro, su vida da un giro radical cuando cae desde el cielo, sin metáforas hablando, Viola (Daisy Ridley), quien aterriza en el planeta de Hewitt, y a la cual el pueblo no recibirá de la mejor manera. Mujer igual peligro. Hewitt, casi inmediatamente decide salvar y proteger a Viola y emprende así un camino fugitivo con toda una horda de ruido detrás, sumado al suyo que poco ayuda, sobre todo en los momentos donde expone la atracción y las ganas que Viola no se vaya del planeta y se quede a vivir una vida a su lado. Si bien la premisa tiene grandes aspiraciones, lo cierto es que la película sufrió tantos contratiempos y cambios, que todo queda demasiado expuesto en el guion, en el ritmo narrativo, en las interpretaciones, hay una mínima tensión que nunca llega a explotar, casi que termina por aburrirnos la espera por saber de dónde viene Viola, qué paso con las mujeres desaparecidas, y hacia dónde va a desembocar la historia. Desde lo visual, todo es correcto, pero no hay una sola escena que maraville o que diga, bueno, se salvó un poco la película. Lo cual es bastante inesperado teniendo en cuenta que su director es Doug Liman, responsable de la gran Al filo del mañana. Basada en una serie de libros escritos por Patrick Ness, y sumando adeptos al bando de libro mata película, posiblemente este futuro distópico en la literatura haya sido mucho más atrapante de leer que verlo convertido en un proyecto cinematográfico. Caos: el inicio fue uno de los estrenos más esperados en la crisis pandémica que atravesó el cine este último año, y lamentablemente debe decirse que no valió para nada la pena.
UN SUEÑO DE PELÍCULA El secreto de mi éxito es una gran película de los años ochenta, protagonizada por Michael Fox, donde el personaje pasa de ser un cartero de una importante compañía a colarse como ejecutivo, sin que nadie se dé cuenta de eso. Aquí sucede algo similar con muchísimo más drama y romance, y en un contexto más imponente desde el lado visual e histórico. Emil es un soldado que no tiene muy claro su rol en el mundo, pero gracias a su hermano comienza a trabajar como extra en los estudios cinematográficos estatales pertenecientes a la República Demócrata Alemana. Allí conoce a Milou, una joven bailarina, doble de la actriz emblemática del momento. Al inicio del romance todo parece marchar sobre ruedas, o entre bastidores, pero el levantamiento del Muro de Berlín, los deja a cada uno en lugares distintos y todo parece concluir precipitadamente. Pero si algo tiene el protagonista de la historia es la capacidad de reinventarse constantemente: luego de ocasionar no uno, sino varios caos dentro de los set cinematográficos, es despedido por la gerencia. Sin embargo con la confusión y la falta de equipo dentro del contexto histórico mencionado, Emil consigue una secretaria, un escritorio y su nombre en una de las oficinas abandonadas del estudio. Ahora es un joven talento de la dirección cinematográfica (sí, una de las sugerencias del argumento es que cualquiera que no sepa absolutamente nada de cine puede dirigir sin ningún inconveniente una película llena de grandes ambiciones) y cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Pero bueno, estamos en el cine dentro del cine, así que cualquier sueño que ande suelto por ahí en los pasillos, puede cumplirse. Con el objetivo claro de lograr que Milou vuela a filmar en los estudios, Emil escribe un guion para la actriz principal, quien sin duda vendrá acompañada de su doble, y aquí comienza esta historia de amor un poco empalagosa, bastante previsible, aunque ¿qué historia de amor en pantalla no termina siéndolo? El mundo detrás de pantalla, el amor por el cine de cada uno de los integrantes del equipo técnico, y la química entre la dupla protagonista llevan adelante la propuesta que si bien no brilla como los grandes clásicos del cine, resulta una historia llevadera. Y nos recuerda que una de las cosas más lindas que tiene el cine es aquello que nos hace sentir a cada uno de los espectadores cuando estamos en sentados en la butaca, en ese momento mágico, donde cualquier cosa puede pasar y cualquier sueño se puede cumplir.
SECRETOS DE FAMILIA ¿Hasta dónde podemos realmente conocer a una persona? Aun cuando sea un familiar muy cercano, ¿podemos estar seguros que conocemos todas las aristas que conforman a un ser humano? La respuesta es clara, nunca vamos a terminar de conocer en su totalidad a nadie, ni siquiera lo podemos hacer con nosotros mismos, por lo que cae entonces la expectativa de hacerlo con el otro. De cualquier manera, intentar conocer y saber más de alguien, ante la pérdida física de esa persona siempre es un aliciente, una caricia a un dolor que necesita evaporarse, una aventura. Ese viaje de reconstrucción es el que realiza Clara, la protagonista de Karakol, ante el fallecimiento de su padre, al no poder soltar esa tristeza que la embarga. Clara da con un secreto familiar que la embarca en un viaje para acercarse de alguna manera a su padre ausente. Agustina Muñoz compone a Clara con una delicadeza y un tiempo propio exquisito, aun cuando sabemos de la crisis interna que atraviesa, en sus formas, en sus diálogos, la actriz denota una paz y cierta pasividad que contagia el ritmo narrativo, no por ello haciéndolo menos interesante. La película podría dividirse en dos partes: la primera con la familia encarando la muerte del padre, el duelo, la reunión entre hermanos, una tía que sin ser consciente está en el lugar y momento justo diciendo palabras que, aunque no están destinadas al protagonista y su conflicto, tienen mucho peso en la escena en que Clara descubre que hay algo oculto en la vida de su padre, un secreto que será el nexo para la segunda parte. En busca de resolver parte de ese secreto, de ir tras un padre que no está pero que vive en aquello que dejó del otro lado del mundo, Clara viaja, con la excusa de la boda de una amiga, hacia Estambul, y luego allí llega hasta un lugar muy remoto llamada Karacul (Karacol), dotado de un paisaje casi desterrado. Será allí donde Clara finalmente pueda hacer el duelo de la muerte de su padre, y encontrar las respuestas que está buscando. Una gran película que habla de cosas enormes como la muerte, la familia, los secretos, la manera en que encaramos las pérdidas, las relaciones que construimos a lo largo de nuestra vida, y las personas que a veces por un período de tiempo bastante breve se nos vuelven esenciales. Esto último sucede con la aparición de un primo que ayuda a Clara a transitar ese viaje interno y externo de una mejor manera. Algunos planos son de belleza poética, al igual que la música de Gabriel Chwojnik, la cual acompaña el viaje de Clara con una delicadeza perfecta. Salua Benavente, directora del film, logra un film intimista en el cual resulta difícil no sumergirse, y lo hace con una gran calidad técnica y un guion acertado. Otra muestra de un gran cine argentino que se corre de las superproducciones y apuesta a un guión sólido y cuidado, actuaciones excelentes, destacando la de su protagonista, quien realmente lleva la película de manera impecable. Una historia sencilla de gran profundidad.
MADUREZ FORZADA Ezequiel Tronconi no solo comparte protagónico con Mónica Antonópulos, sino también debuta en la dirección de esta, su ópera prima. Junto al director Juan Pablo Sasiaín, con quien también comparte el rol de guionista, presenta un relato sobre los miedos de soltar finalmente una adolescencia eterna y madurar algunas cuestiones que parece no tener resueltas, entre ellas la paternidad. Juliana (Antonópulos) y Bruno (Tronconi) están en pareja hace ocho años, con una buena vida en cuanto a posición económica y trabajos satisfactorios. Todo pareciera ser una luna de miel eterna. Ella es cocinera en un programa de televisión, él tiene su propio negocio de vinos y un hobby musical donde canaliza todo el arte que heredó de su padre. El conflicto se presenta cuando Juliana manifiesta sus ganas y necesidad de ser madre. Aún con todo el amor en el mundo que se tienen y siendo una pareja en principio estable, si una de las partes duda nada de eso alcanza. Bruno quiere seguir viajando, conocer lugares, salir a boliches, emborracharse sin tener horarios definidos, toda una vida que con la llegada de un bebé deberá modificar bastante. En el proceso de esa búsqueda y de poder definir si realmente está listo para ser padre, Bruno transita unas cuantas situaciones, algunas más obvias que otras, como una fiesta a la que va sin su pareja donde la tentación y tensión sexual que mantiene con su empleada se hace difícil de controlar. También las charlas con su padre, un bohemio naturista que compone Boy Olmi con una frescura que trasciende la pantalla y que se transforman posiblemente en las mejores escenas de la película. La vuelta a la música, ese cable a tierra que paradójicamente lo hace volar por ese mundo idílico que desea y distintos encuentros que lo interpelan para tomar una decisión definitiva. Lo mejor del relato sin dudas son las actuaciones, aún cuando el protagonista claro es Bruno, el personaje de Juliana, gracias al carisma y talento de Antonópulos, logra una química con Tronconi que sostiene y lleva a buen puerto esta historia de amor con algunos obstáculos en el medio. La puesta es perfecta, demasiado quizás, la estética es tan correcta que se vuelve algo plana, como esos comerciales de televisión de la vida perfecta en la casa perfecta; eso le resta algo de sensibilidad y cercanía a la historia, haciendo un poco más difícil conectar con ella. Aun cuando el tema no propone originalidad, es una película amena que entretiene y logra el disfrute del espectador.
EL SONIDO DEL SILENCIO Es frecuente escuchar y leer afirmaciones sobre el cine argentino, en cuanto a que no construye bien el suspenso, que por qué no se logran películas de calidad como las norteamericanas, que los actores esto, lo otro, que el sonido, que los planos. Todos estos comentarios de gente que ve muy poco cine argentino y que sin duda se está perdiendo joyitas como la que vengo a recomendamos aquí. La fiesta silenciosa es una película que expone todo lo bueno que tiene nuestro gran cine argentino, un guion sólido, una construcción del ritmo narrativo y del suspense que te mantiene atrapado en todo momento y no te suelta ni hasta los créditos finales, actuaciones una mejor que la otra: Jazmín Suart, Gerardo Romano, Esteban Bigliardi, Lautaro Bettroni y, para el final, alguien que ya es hora tenga todos los protagónicos que se merece porque en cada película (obra de teatro o programa de TV) donde participa, la rompe: Gastón Cocchiarale, un joven actor en plena construcción de una gran trayectoria. La película trata sobre una pareja que celebrará su casamiento en la estancia del padre de la novia, un Gerardo Romano impecable, pero algo sucede la noche anterior que cambiará el destino de todos. Una fiesta, un encuentro que desencadena una situación de abuso y una venganza son los temas que expone la trama y que encuentran a Stuart en una de sus mejores interpretaciones. Ideas claras, sin diálogos explicativos innecesarios, sonido e imagen al servicio de la historia; en síntesis, una clara exposición de lo mejor del cine argentino. La fiesta silenciosa, dirigida por Diego Fried, puede verse en la plataforma Cine.Ar.
TODO FORZADO Y MONÓTONO Toda la provocación e interés que logró Edgardo Castro con La noche se vuelve rutinaria, monótona e irrelevante en su última película, Familia, donde nuevamente se calza el traje de director, guionista y protagonista. No hay aquí una polémica productiva ni tampoco un genuino atractivo en el nuevo andamiaje narrativo y estético que plantea. En un híbrido entre falso documental y video casero familiar, Castro se toma todo el tiempo del mundo en mostrarnos un viaje, su viaje, hacia Comodoro Rivadavia, cita obligada en casa de sus padres para pasar las fiestas navideñas. Los primeros veinte minutos, aún sin ningún diálogo presente, parecieran ser un prólogo seductor que antecede a un relato potente. Lamentablemente, muere en la mera intención, ya que todo lo que sigue nunca sale del estancamiento y bordea el bostezo. Lo que se va desplegando es una muestra de la intimidad de la familia Castro, que no es más que un padre sordo; una madre fanática de las novelas; una hermana que parece más la mujer que ayuda en la familia y no una integrante del clan; y el resto de los hermanos y sobrinos, que llegarán sólo para la secuencia final de la cena navideña propiamente dicha. Ese vistazo nunca transmite intensidad y energía, sino una particular sensación de pereza en la realización y la acumulación de ideas. Entre planos eternos que no aportan nada, diálogos forzados en busca de una comedia absurda, personajes con los que es imposible empatizar y una narrativa cinematográfica muy alejada de lo que se pretende, el relato de Familia se hace eterno y absolutamente olvidable.
La Feliz, continuidades de la violencia: El lado B de Mar del Plata. En este documental el director Valentín Javier Diment se propone desmitificar el mote de ciudad feliz que lleva Mar del Plata, para dar cuenta de una realidad oscura pasada y presente. Como su apodo lo dice, “La Feliz“ es conocida justamente por dotar de alegría y regocijo a los miles de visitantes que desde hace décadas la eligen como el escenario ideal para vacacionar y olvidarse, al menos en temporada veraniega, de los problemas del resto del año. Mar del Plata fue, más aun en épocas pasadas, el epicentro de una clase media alta que intentaba simular los dotes de otras ciudades europeas con lujos y estilos de vida de la gente con una mejor posición económica. Las figuras de la televisión y el teatro argentino, sobre todo en la época de los ochenta, se daba cita en las playas turísticas para el disfrute de una vida que parecía perfecta. Pero ¿qué hay detrás de esta fachada de felicidad en Mar del Plata? Desde esta pregunta surgen varias respuestas en “La Feliz, continuidades de la violencia”, el documental de Valentín Javier Diment. Ya su título lo deja claro y sin refute, dentro de esa supuesta felicidad se esconde la peor violencia de todas, aquella que durante muchos años se mantuvo en silencio, sin justificaciones (dejando claro que para un hecho violento nunca habrá una real justificación), y no solo apunta a la violencia física y psicológica, aquella que arroja cantidad de muertos sino que también de aquella que priva a las personas de su derecho más esencial: ser ellas mismas. Y como si fuera poco, todo esto sucede en un continuado, desde los años setenta (que es donde se sitúa inicialmente el relato) hasta los días actuales, la violencia nunca ha dejado de existir, sólo ha estado más oculta en una ciudad que intenta dar cara de otra realidad. Diment pone de cara al espectador con los terribles hechos que sucedieron en los años setenta, en especial haciendo el foco en dos de ellos: el asesinato de Silvia Fuller, una estudiante víctima de un disparo mortal a manos de un miembro de la CNU (Concentración Nacional Universitaria, organización terrorista ultraderechista), mientras se desarrollaba una asamblea de estudiantes, y por otro lado, la famosa “Noche de las Corbatas“ (1977), donde un grupo de abogados laborales, junto a sus familiares, fueron secuestrados, torturados y ejecutados, en el centro clandestino “La Cueva“. En este punto el director consigue uno de los relatos más conmovedores y necesarios. Se trata de Marta García Candeloro, esposa del abogado Jorge Candeloro (asesinado), quien fue secuestrada, violada y torturada, pero logró sobrevivir a ese infierno, para ser parte esencial no solo del documental, sino también de la historia argentina. Pero este solo es el inicio de una Mar del Plata que acuna en sus lugares más oscuros movimientos neonazis y de ultraderecha, gente decidida a batallar con cualquiera que no esté de acuerdo con sus ideales, con su forma de entender (o mejor dicho no hacerlo) el derecho del otro. Allí se muestran distintas agresiones perpetuadas por estos grupos a gente de la comunidad LGBTQ y a gente de la comunidad boliviana. Con un trabajo destacable y exhaustivo de investigación periodística a cargo de Felipe Celesia, Pablo Waisberg y Federico Desántolo, la narrativa de la propuesta pone en juego las dos caras de la misma moneda, es decir declaraciones y testimonios de ambas partes, aquellas víctimas y sobrevivientes de estos hechos atroces y aquellos que defienden con una seguridad que asusta lo que ellos entienden como realidad o como verdad absoluta, es el caso de Carlos Pampillón, líder del Foro Nacional Patriótico, referente de ultraderecha, que no tiene ningún tapujo en decir frases como “es una mentira lo de los treinta desaparecidos“ “los militares se quedaron cortos“. Construido a base de un ritmo preciso entre las entrevistas a los distintos personajes, la muestra de lugares donde sucedieron los hechos, recreaciones de atentados y un gran documento de archivo, el director logra un documental no solo atractivo como material cinematográfico, sino necesario e imprescindible para dar cuenta de aquellos hechos aberrantes sucedidos en la ciudad de Mar del Plata, y de aquellos que aún hoy siguen sucediendo. Apoyándose en la música como elemento fundamental y detalladamente trabajado, “La Feliz, continuidades de la violencia” logra el cometido de mostrar el lado B de Mar del Plata, y dejar expuesto un pasado que no se encuentra tan lejos del presente marplatense.
El Potro: Oíd mortales el grito sagrado. El cine, la música, la literatura, entre tantas otras artes, son sinónimo de inmortalidad, el mundo seguirá girando, los rostros serán otros, pero aquellas canciones épicas seguirán sonando, los clásicos en la pantalla seguirán deleitando a millones y harán de ello un culto, así como en las páginas de los libros el autor nunca jamás podrá morir del todo. En una época donde el recuerdo de los ídolos está en auge, desde aquellos que han abandonado carne y hueso para imprimir con más vehemencia su espíritu en todos los fanáticos, sea el caso de Gilda o Piazzolla, recientemente, como aquellos que han vuelto a la fama después de años de ausencia, como es el caso de Luis Miguel, con su exitosa serie producida por Netflix. Entonces le toca el turno al Potro, a Rodrigo, el bebote; aquel joven extraño de pelo largo que se volvió sin duda lo mejor de Córdoba en material musical, (sin entrar en discusiones y comparaciones con el gran ícono La Mona Jiménez) el ascenso fugaz del joven cordobés y la locura que desató por el cuarteto, instalándolo en los teatros y boliches porteños, no tiene comparación alguna ni imitación posible. Lorena Muñoz, directora de Gilda, toma la vida de Rodrigo y vuelve, una vez más, a inmortalizar al cantante y a entregarnos a la persona detrás de él. Como lo hiciera anteriormente con su protagonista femenina, quizás en una versión mucho más naif que la que nos convoca hoy. Muñoz, aparte de ser una directora fantástica, es una narradora impecable. No hay detalle que se le escape a ese ojo cinematográfico que lleva en sus pupilas, sabe cómo y donde poner la cámara para lograr el mejor plano posible, entiende cuando el actor protagonista tiene que ser un actor consagrado (como fue Natalia Oreiro) y cuando la apuesta va por el lado de un actor no conocido, un don nadie momentáneo agazapado como un potrillo, esperando el momento indicado para ganar la carrera de su vida. Eso fue Rodrigo Bueno y eso es sin duda Rodrigo Romero, el notable actor que encarna al cantante cordobés. Desde las primeras épocas de Rodrigo, un pibe ingenuo y bonachón que cantaba canciones románticas y melosas, hasta convertirse, luego de la muerte de su padre, en la figura absoluta del cuarteto cordobés. Aquel loco lindo de los pelos azules, rojos, verdes, víctima de una exposición acelerada en los medios y en el público. El relato planea sobre la vida del ídolo y da cuenta de aquel lado invisible de la fama, los excesos, la angustia precipitada, la peor soledad rodeado de gente. Y encuentra en el actor Rodrigo Romero un diamante en bruto, del cual pareciera se puede seguir y seguir sacando emociones, gestos, sonrisas, guiños de ojo, propios de Rodrigo Bueno, es así que el actor no interpreta a Rodrigo, el actor es Rodrigo, en la luz de su éxito y en la sombra de sus pesares. El resto del elenco es otro acierto de la directora, Florencia Peña brilla como la madre de Rodrigo, con algún tinte presente del complejo de Edipo;es esa madre, todos recordamos, moría por su hijo. Peña compone a una Beatriz Olave perfecta, no importa la tonada cordobesa, importa haber encontrado el tono, la mirada y el espíritu de una madre dispuesta a todo por su hijo. Lo mismo para Daniel Aráoz como el padre y párrafo aparte para Fernán Mirás, en el papel del Oso, representante y amigo del cantante. Mirás debería tener más papeles que estén a la altura de su calidad actoral, o más directoras que lo sepan aprovechar como Lorena Muñoz. Más allá de la controversia sobre si rubia o morocha, Jimena Barón prende fuego la pantalla como Marixa Bali, dotando de una química absoluta a la relación con Rodrigo Romero, misma pasión que llevaron en la vida el potro y la bailarina cantante. Y Malena Sánchez, interpretando a Patricia, la mujer con quien Rodrigo tuvo a su hijo Ramiro, demuestra una vez más que es de las actrices jóvenes más talentosas del momento. Rodrigo Bueno fue sin duda “lo mejor del amor”, en cuanto al cuarteto musical, Lorena Muñoz es de las mejores directoras con las que cuenta el cine argentino, de mirada sensible y filmografía poética. Queda por decir, entonces, que El Potro, reúne dos talentos mancomunados en una propuesta emotiva como su protagonista merecía, una leyenda que vuelve a abrazar la inmortalidad.
El Ángel: Una versión edulcorada sobre uno de los mayores criminales de la historia argentina. En su última película, el director Luis Ortega elige un foco onírico y algo condescendiente para contar la vida de Carlos Robledo Puch. “Un ángel caído es una criatura de esencia angelical que por haberse rebelado contra Dios ya no puede regresar al cielo. Satanás fue un querubín creado por Dios que, a pesar de haber sido perfecto y hermoso, se llenó de maldad y fue expulsado del cielo” Tanya Torres. About Español ¿Será mucho comparar a Robledo Puch con Satanás? Posiblemente no. Conocido por todos como “el ángel de la muerte” o “el ángel negro”, Carlitos, como lo llamaba su madre, podría haber hecho honor a sólo una parte de su apodo, al considerarse su nacimiento un milagro ya que sus padres no podían engendrar vida y al pedir un milagro, nace Carlos Robledo Puch y con él una historia de asesinatos, violaciones, robos y horrores que solo dan lugar a calificarlo como el ángel caído, aquel niño en apariencias (para la época y para las estigmas de lo perfecto) bello, puro, rubio, y por dentro un psicópata capaz de disparar a la cuna donde duerme un bebé. Ahora bien, Luis Ortega ya había mostrado su interés en contar relatos criminales sucedidos en el país, con “Historia de un Clan“, para el formato televisivo, lo que le abrió las puertas para poder llegar a la pantalla grande, ahora de la mano de grandes productoras y distribuidoras tras sus espaldas para ponernos de cara nuevamente con el horror generado por Puch, tantos años atrás. Ortega, quien confesó querer hacer una versión libre, o muy propia, o muy onírica, sobre los hechos; nos muestra un Robledo que no condice en su totalidad con el monstruo que acribilló más de una decena de inocentes, a sus compañeros de delitos. El director decide no ir por todo, y omite en su totalidad cualquier escena que tenga que ver con las violaciones perpetradas por el ángel y por su socio en esos tiempos. No se muestran, no se nombran. Su enfoque apunta a la filosofía de vida del personaje, al vivir sin preocupaciones, a que nada es de nadie, y refuerza incisivamente sobre la sexualidad de su protagonista, algo que si bien es parte de quien es Robledo, deja de lado lo importante que podría haberse dicho o mostrado sobre un hombre que más allá de amar a otro hombre, amaba ante todo y todos, el dolor ajeno. Aún cuestionando la decisión del director, es menester reconocer la calidad cinematográfica que posee Luis Ortega, desde la fluidez narrativa hasta la estética lograda, situándonos en el principio de la década del setenta, con una ambientación muy bien lograda, que cuenta con una banda sonora excelente para lograr un combo perfecto. En material actoral el elenco brilla como los rulos de Puch, Cecilia Roth y Mercedes Morán en sus personajes como madres de Carlitos y Ramón, respectivamente, dan clase de actuación, Daniel Fanego demuestra una vez más su versatilidad, y el Chino Darín y Peter Lanzani confirman ser dos de los actores jóvenes más completos en la actualidad. Nos queda entonces el pequeño Lorenzo Toto Ferro, una exquisitez de actor, una gema descubierta, mérito rotundo del realizador quien apostó a alguien sin experiencia, para protagonizar lo que quizás vaya a ser una de las películas nacionales más importantes de este año. Toto Ferro es Robledo Puch, no solo desde el calco físico y postural, sino desde el gesto y la mirada, el relajo ante el otro, la inocencia de aquel que solo quiere pasarla bien. No cabe duda que lo mejor que tiene la película recae en Ferro, quien con destreza y sutileza no tiene nada que enviarle a los mejores actores del momento. Lo que nos lleva entonces a retomar el punto de por qué Ortega no aprovechó tremendo actor, bestial historia para entregar una película lo más cruda posible sobre una realidad desgarradora, en vez de una historia demasiado agridulce con tintes simpaticones.