Año 2573, Iron City, vulgo Ciudad de la Chatarra. Un doctor medio raro, pero buen tipo encuentra piezas importantes de una cyborg, la reacondiciona y la bautiza Alita, como su finada hija. Pero la criatura, que en un principio no sabe ni quién es, empieza a tener recuerdos de un pasado atroz. En viejos tiempos fue una luchadora muy hábil, y quizá demasiado cruel. Ahora conviven en ella la dulzura de una chica con un buen padre y un amiguito cariñoso, y la precisión de una máquina de matar. Así planteó la historia, en manga y en animé, Yukito Kishiro, a principios de los 90.
La cosa se complica cuando la chica empieza a entender el mundo postapocalíptico que la rodea. No anticipamos nada más, salvo que ella practica un arte marcial llamado Panzer Kunst, Arte Blindado, que el deporte local tipo Rollerball no es nada recomendable, y, por supuesto, que hay gente mala en todas partes, y cyborgs malos. Y que ver esto en 3D, y más aún en Imax, es impresionante. Lo produjo James Cameron, muy bien, privilegiando el impacto visual sin límites.
En esto se lucen bárbaramente los muchachos de la Weta Digital de Peter Jackson y Roberto Rodríguez, director, de nuevo a la altura de “Sin City”. Según dicen, gastaron como 170 millones de dólares sólo en efectos, a ver cuál lo deja a uno con la boca más abierta. Lástima que el guión también lo hizo Cameron y lo dejó confuso, superficial, previsible, sin emoción profunda ni mayor sentido del humor. Deslumbra, entretiene, pero daba para más.