Nada sencillo el desafío que se planteó Cheryl Straid cuando decidió recorrer a pie los más de 1.500 kilómetros del llamado Pacific Crest Trail, una senda para caminatas (hiking) que bordea la costa pacífica de los Estados Unidos. En esta historia basada en un caso real, Reese Whiterspoon interpreta a Cheryl y queda claro, en las primeras escenas en las que intenta cargar con la pesada mochila que llevará en su viaje, que no aparenta ser la persona más apropiada ni idónea para hacerlo. Pero, a veces, la fuerza de voluntad, o la angustia o la desesperación consiguen cosas que parecen imposibles.
El nuevo filme del prolífico director canadiense Jean-Marc Vallée (EL CLUB DE LOS DESHAUCIADOS) deja en claro, via flashbacks que interrumpen a intervalos regulares el avance cada vez más complicado y hasta angustiante de Cheryl por los bellos pero complicados de recorrer escenarios californianos, cuáles son los motivos y las angustias personales y familiares que llevaron a la chica a tomar esa suerte de viaje de “purificación”. Pero la mayor parte del tiempo la vemos resolviendo problemas concretos del viaje: alimentación, calor, frío, peso, enfermedades, encuentros con animales o con personas peligrosas y así. Es una “road movie” a pie, menos intensa seguramente que las que se hacen en vehículos pero igualmente inquietante. Y, por momentos, emotiva.
wild1Es innegable el impacto que produce ver una película conducida casi de principio a fin por una mujer casi sola (algo rarísimo en Hollywood) y la presencia, el maltrecho físico y el rostro cansado de Whiterspoon son la carta más fuerte de presentación y el sostén dramático del filme, en sus dos etapas, ya que entre el personaje pensativo, lector y filosófico que camina y el que vemos en los flashbacks (adicción a drogas, sexo casual permanente, matrimonio en llamas, autodestrucción a 200 kms. por hora) hay tantas diferencias que hasta parecen ser dos personas distintas. Laura Dern, en el rol de su sufrida pero a la vez alegre madre, le agrega la cuota de emoción necesaria para que la película crezca. Ambas, previsible y merecidamente, fueron nominadas al Oscar.
En su narración Vallée se ayuda con la voz en off –los pensamientos– de Cheryl a lo largo de varias de las situaciones del viaje. Hace lo mismo con la música que escucha, muchos de los cuales son temas clásicos del “cancionero norteamericano” (al final de la crítica hay un playlist con la banda sonora), seguramente una idea en la que colaboró el escritor británico (y experto musical, como queda claro en novelas suyas como ALTA FIDELIDAD) Nick Hornby, que fue el coguionista del filme, en un tipo de relato raro en relación a su literatura. Pero tanto las novelas de Nick como el libro de Cheryl tienen cosas en común: plantean a personajes que atraviesan pésimos momentos en su vida para luego intentar, de alguna manera, reconstruirse a sí mismos.
wild3Por momentos Vallée no logra evitar cierto sentimentalismo y la película se mantiene también muy al borde de caer en un relato terapéutico a la manera de esos libros de autoayuda con el que el libro original coquetea. La película por suerte no se excede en la “postalita” de los lugares que nuestra heroína recorre: son inevitablemente bellos pero el director los rodea siempre de una aura que bordea lo peligroso. O lo extravagante, a partir de cieras “apara
Los momentos en los que el filme “se desvía de su camino”, de todos modos, son pocos y no logran distraer o hacerle perder a ALMA SALVAJE su valor como experiencia física y emocional, poniendo el acento en cómo esas dos cosas pueden ser una misma: el dolor del cuerpo y el del “alma” (o de los traumas del pasado) muchas veces recorren las mismas rutas. Y, a veces, llegan a similares destinos.