Se hace camino al andar
Una vez vista Alma Salvaje, la historia de una mujer que iba por mal camino pero que se redime gracias a su decisión de recorrer mochila a cuestas nada más y nada menos que 1.600 kilómetros de la campiña americana (desde el desierto de Mojave en California hasta la frontera con el estado de Washington a través de una ruta conocida como “Pacific Crest Trail”), se puede acusar a la película de muchas cosas (y defenderla por otras tantas), pero desde luego no se le puede achacar a la propuesta ni un ápice de falta de honestidad.
Aquí no hay ni trampa ni cartón: Lo que Cheryl Strayed (autora del bestseller autobiográfico y protagonista real de la peripecia en la que se basa la película) decidió llevar a cabo hace ya casi veinte años para renovar su vida fue simple y llanamente (con algún repecho incluido) andar. Y así el film comienza con la espléndida Reese Witherspoon (quien no ha parado de recibir elogios y unos cuantos premios por su arriesgada y muy física caracterización y que ha visto así recompensada su apuesta económica en su faceta de productora) quitándose las botas de montaña y enseñando a cámara el sanguinolento resultado de la larga travesía.
Como una émula de Forrest Gump, aunque recorriendo el país de las barras y estrellas, más despacito atendemos a una experiencia que le llevará a cruzarse con todo tipo de personajes, más o menos amistosos; aunque su verdadera compañera de viaje sea la losa vital que arrastrará a modo de efectivos flashbacks donde veremos a la protagonista en sus escenas más duras e incluso polémicas (ojo al momento del trío en la parte de atrás del restaurante porque según se cuenta la buena de Witherspoon necesitó asistencia psicológica para encararla).
El film reúne prácticamente todos los elementos que suelen enamorar a las audiencias norteamericanas, incluyendo la ya citada actriz de relumbrón magullada y embarrada y por supuesto el tan esperado happy end de manual. Rodada en apabullantes escenarios naturales (imprescindible el visionado en pantalla grande), el director canadiense Jean-Marc Vallée, quien alcanzó fama y prestigio el año pasado gracias al multipremiado drama Dallas Buyers Club, intenta significar los paisajes que rodean a la protagonista con ese componente espiritual de la Naturaleza que sabemos habita en el imaginario estadounidense gracias a los poemas de Walt Whitman o las míticas películas de John Ford, aunque las imágenes de Alma Salvaje no rozan ni el aliento místico del primero ni contienen las resonancias épicas del segundo.
La propuesta gana enteros cuando nos adentramos en el desarrollo dramático en el que destaca sobremanera la figura maternal a la que pone rostro y mucho talento la recuperada Laura Dern, pero pierde fuelle cuando lo salvaje y el alma del título no aparecen por ningún lado en una aventura de postal que alarga su metraje en demasía invitando al bostezo y a la desidia. Con todo y con ello, sólo por la labor de sus dos roles femeninos principales ya vale la pena echarle un vistazo.