No hay camino
No hace falta entrar en una travesía interminable para entender que los viajes cambian la vida. Cualquier camino que se decida emprender cambia perspectivas, reconstruyen la mirada del mundo y nos hacen entender que las posibilidades de vida no se terminan en los límites de la propia ciudad de origen. Algunos utilizan el viaje como una especie de purgación de los grandes dramas personales, como una búsqueda de esa carencia, como si el cambio espacial permitiera encontrar la solución. En muchos casos es concreta y real, ya sea por una necesidad económica-material-laboral, en otras es simbólica, un escape de la civilización y de los afectos, reencontrarse con uno mismo.
No hace falta entrar en una travesía interminable, pero hay veces que sí, Alma Salvaje se encarga de llevar a la pantalla grande el best seller de Cheryl Straid (aquí encarnada por Reese Witherspoon) en el cual hace un detalle de su larga caminata a través del Pacific Crest Trail, un camino arduo de la costa Oeste de los Estados Unidos que va desde California hasta el límite con Cánada, y también de las dificultades concretas que tuvo y el drama personal oculto detrás de ese viaje. El nuevo film de Jean-Marc Vallée, a pesar de ser opuesto en la temática de su antecesor “Dallas Buyers Club”, coincide en ser un biopic y en una intensa búsqueda personal por parte del protagonista por encontrar una sanación, en este caso, una solución más personal de los dramas de la vida que física.
Cheryl empieza la película con una mirada completamente perdida, profunda y esencialmente triste, ya pasó mucho tiempo desde los hechos que la afectaron, pero continúan como un tatuaje en su porte. Reese Witherspoon sabe imprimirle muy bien ese aura y conforme avanza la película se nota el gradual cambio, el descenso a lo más profundo de su mente para recordar momentos de su vida que atraviesan el presente narrativo constantemente.
La película es sobre un viaje personal utilizando un largo trekking como paisaje, hace acordar un poco a 127 horas (Danny Boyle), pero más a Into the Wild (Sean Penn), a diferencia de ésta última, los personajes secundarios que se encuentran con la protagonista son realmente eso, accesorios ocasionales que no aportan al drama personal de Cheryl. El verdadero personaje secundario del film está en los flashbacks, su madre Bobbi (Laura Dern) es quien le otorga humanidad al relato, contrasta con su protagonista, que de alguna forma se siente culpable por muchos malos aspectos de su relación con ella. La madre es un personaje adorable que oficia de verdugo y salvadora al mismo tiempo, su prematura muerte llevó a Cheryl a ese “infierno” pero también es quien guía la caminata. Las dos nominaciones al Oscar están bien justificadas.
Se hace camino al andar
Alma salvaje genera la misma empatía y ganas de huir que Into the Wild, por la belleza visual de la vida salvaje, con muchas diferencias en los dramas que motivaron al personaje principal, en ambos casos el egoísmo los iguala pero el motor y la explosión es diferente, por eso algunos se podrán identificar más con un trabajo que con otro. Quizás porque en Alma Salvaje el discurso romántico (no entendido como romance) de Into the Wild está muy lejos de exhibirse, sobre todo en la conclusión del relato. Se trata de un film bien musicalizado, con los típicos momentos emotivos de este tipo de dramas, permite disfrutarse más allá de los paisajes, por momentos se hace confuso entre tanto ida y vuelta, pero no es tan complejo como para huir de la sala.
Por Germán Morales