El movimiento se demuestra andando.
La legalmente rubia Reese Witherspoon fue nominada al Oscar por este papel protagónico en un film basado en un libro autobiográfico que adaptó el famoso Nick Hornby. Una historia de búsqueda interior a través de un viaje.
Parece que al director canadiense Jean-Marc Vallé le interesan los cuerpos en movimiento, en tensión permanente, agitados y decididos a cumplir con sus objetivos. Primero fue el personaje de Matthew McConaughey en Dallas Buyers Club (o El club de los deshauciados), con su prédica personal destinada a desnudar a las corporaciones que manejan los medicamentos. Ese cuerpo enfermo, presentado desde las características de un perdedor nato que afrontará batallas públicas y privadas, se extiende al de Cheryl Strayed, quien emprende un extenso viaje desde California hasta Oregon, unos 1800 kilométros a pie, como una manera de encontrarse con sí misma y así limpiar un pasado corroído por la heroína, un divorcio y la cruel muerte de su madre.
Basada en el libro escrito por la misma Strayed, quien describe cada una las particularidades de la travesía, Alma salvaje explora de manera periférica a las míticas road movies (en este caso, a plena caminata) con el peligro que acarrea insinuar a un personaje que se cura, redime y autodescubre por primera vez como si se tratara de un texto o manual de autoayuda.
Hay un punto donde la película invita al enigma antes que a la certeza y es que las escenas en donde Strayed se fusiona con la imponencia del paisaje, nunca utilizado como postal turística, construyen un verosímil que elige la contemplación, el interrogante antes que la respuesta, la duda en lugar de la afirmación absoluta.
Los flashbacks que narran la conflictiva relación de la protagonista y su madre (la gran Laura Dern) también concretan sus inmediatos propósitos: emocionar sin golpes bajos, sin lágrimas fáciles. Sin embargo, el film tiene un tono elevado con envase de estética new-age que convierte a la trama en un refugio frágil para una lectura feminista sin retorno. No sólo debido a que los hombres que aparecen jamás conforman identidades como personajes, sino porque el entramado de situaciones los expulsa sin explicación alguna.
Alma salvaje es una película extraña. Correcta en su embrionaria exposición y medianamente creíble por las decisiones que toma una mujer en situaciones límites, pero excedida en la construcción de un imaginario social que pide a gritos cuerpos perfectos, runnings interminables y nada de vicios. Ocurre que Vallé no es Herzog, y por lo tanto la aventura deja lugar al rostro de osito de peluche de Reese Witherspoon, una buena actriz, comprometida con su papel, sucia y desprolija por fuera pero ideal y resuelta con tal de licuar un mundo de agua mineral y sin tóxicos cercanos.