Sólo el fulgor de Witherspoon.
Basada en el best seller de memorias de la escritora Cheryl Strayed, Wild: From Lost to Found on the Pacific Crest Trail, Alma salvaje cuenta además con Nick Hornby -el venerado escritor inglés de Alta fidelidad y Cómo ser buenos, entre otros- como guionista. El director es el canadiense Jean-Marc Vallée, que con Dallas Buyers Club había logrado un nuevo impulso para una carrera no especialmente atractiva hasta ese momento (La joven Victoria es un biopic llamativamente anodino).
Alma salvaje se presenta como una road movie de las de a pie, con el camino como coprotagonista, y hasta con ecos del cine de los setenta, que supo dar grandes obras con personajes atormentados que escapan de su vida hacia lo desconocido.
Para sumar atractivos, la protagonista es Reese Witherspoon, una de las actrices de treinta y pico más confiables de Hollywood, de esas que no necesitan llevar el gesto al límite a cada rato. Witherspoon tiene un fulgor particular, incluso cuando aparece sin maquillaje, incluso cuando está sucia y desprolija. Con estos ingredientes más Laura Dern en buena forma y Gaby Hoffmann -otra vez en su carrera- como "la amiga", Alma salvaje era una promesa abierta.
La película, en su primera hora, abre el relato, lo despliega hacia diversos ángulos, aunque con tendencia al exceso, a la acumulación arenosa. Todo está ahí: los problemas de la protagonista, el principio y hasta momentos avanzados del recorrido extenuante de más de 4000 kilómetros que Cheryl se propone hacer como desafío-catarsis-duelo; los flashbacks que explican su derrotero y que intentan abarcar los momentos definitorios de su vida. Los flashbacks de la relación con su madre son más extensos, otros son apenas fogonazos, una apuesta de poco nivel narrativo, tal vez para cortar el tempo nada veloz del relato del viaje. El fatigoso viaje, por otra parte, no tiene condimentos de aventura, y los peligros a los que se ve expuesta la protagonista se resuelven de forma burocrática, sin nudos de acción o de suspenso. La película se siente extensa, aunque cada secuencia aparece como demasiado corta, con la respiración dramática entrecortada.
En su segunda hora, Alma salvaje confirma que fijará los flashbacks a la acción del presente del relato, que los ligará causalmente, y ahí la película se resiente aún más, al poner demasiado en evidencia que los responsables no consiguieron comunicar mejor los problemas y los traumas de Cheryl. Así, Alma salvaje es un retrato de un personaje con sus razones y con los malos tiempos que le han tocado en suerte. Esas razones y esos traspiés no se ponen en escena con convicción ni con sutileza -esos textos impresos, esa voz en off conclusiva- más allá de la performance de Witherspoon.