Perdida
Jean-Marc Vallée no se durmió en los laureles de Dallas Buyers Club y volvió a la carga con otra biopic inmensa, de esas que resultan tan estimulantes que es difícil no sentirse conmovido por la historia de su protagonista. Desconcertante desde su pleanteamiento técnico y amarga desde su centro circunstancial, Wild es una topadora de emociones manejada por una maravillosa Reese Witherspoon, que se come la película de a bocados con su ajetreada historia de vida.
Si bien es menos relevante históricamente que la vida de Ron Woodroof en Dallas Buyers Club -en resumidas cuentas, nadie conocería a Cheryl Strayed si no fuese por este film- la bomba emocional que se cargan al hombro Vallée y Witherspoon en esta ocasión es bastante equiparable a la lucha de aquel activista contra el SIDA. En primeras instancias puede resultar difícil empatizar con Cheryl, una joven cuya descarrilada vida la lleva a replantearse fuertemente su situación, pero con el paso del tiempo y presenciando todas sus vicisitudes mientras transita el camino del Pacífico, la visión que tenemos sobre ella cambia. Es fácil odiarla, ver cómo tira su vida por la borda, pero el camino de redención que elige funciona tanto para ella como para el que la está observando.
Tampoco es tan sencillo seguirle el rastro a la convulsiva historia. El guión de Nick Hornby -About a Boy, High Fidelity- decide adaptar la fuente biográfica del libro de la misma Strayed y, en pantalla, fragmentos de la historia aparecen aquí y allá, en los recuerdos de Cheryl de todo lo que sucedió hasta entonces. La relación con su amorosa y dadivosa madre -una por demás luminosa Laura Dern-, la conflictiva relación con su ex-marido, su coqueteo con las drogas y el sexo desenfrenado, su actitud despectiva para con la vida y demás. Todos esos flashbacks pueden confundir, pero estamos frente a una narrativa no lineal, que nos mete como espectadores de lleno en lo que piensa el personaje en todo momento, en sus estados anímicos y sus peores momentos. Hace tiempo que no veía un experimiento tan bello y magníficamente orquestado como el que propone Wild. No voy a mentir: es complicado poder seguirle el hilo, pero una vez encaminados es toda una experiencia sensorial, que funciona desde la delicada edición, hasta el sabor musical elegido para acompañar la travesía de Cheryl -los reto a contener las lágrimas cada vez que suene El Condor Pasa (If I Could) de Simon & Garfunkel-.
El eje narrativo está muy cerca de propuestas como The Way e Into the Wild, así que si van esperando una película de ese estilo, no estarán muy errados. Quizás tambalee un poco en sus momentos más cursileros -esas frases que va dejando en el camino Cheryl, esa mochila enorme que va pesando cada vez menos- pero la deconstrucción de Strayed en manos de Witherspoon hace que todo valga la pena. Wild es una lucha encarnizada contra uno mismo, contra los miedos e inseguridades del pasado y el presente, y el torbellino de sentimientos que traen la vida, la muerte, la alegría y el dolor, un tour de force que le sienta perfecto a la joven y carilinda actriz, que acá se presenta con apenas maquillaje, a cara lavada, entregándose en cuerpo y alma -literalmente- para representar el ardoroso viaje que tiene por delante.
Wild es un viaje íntimo que funciona mejor cuando se entiende las motivaciones del personaje principal. Vallée nuevamente se confirma como un director de actores y le saca jugo a unas impresionantes Witherspoon y Dern, almas salvajes si las hay.