El viaje interior
Hay films focalizados en apenas un personaje que necesitan de mucho equilibrio en los distintos elementos que los componen, porque si no todo puede derrapar demasiado rápidamente. Alma salvaje es un ejemplo bastante sólido de esta vertiente: su relato habilita a numerosos desbordes en las actuaciones, a muchas lecciones de vida de trazo grueso, a gritos y llantos innecesarios, a golpes bajos sólo destinados a la obtención de grandes premios. Y aunque algo de eso hay, por suerte el film termina eludiendo unos cuantos potenciales problemas, gracias al rigor de las partes que lo componen.
Reese Witherspoon le pone el cuerpo a la historia real de Cheryl Strayed, quien cuando estaba cuesta abajo en la rodada -en el medio de un cóctel de drogas, alcohol y sexo sin control- decide cortar por lo sano y buscar encontrarse a sí misma a partir de un viaje a pie de 1700 kilómetros desde la frontera con México hasta Oregon. Y lo hace muy bien, con una actuación equilibrada, que apela a la intensidad sólo cuando lo necesita, lo que permite compensar cierto desborde presente en algunos inserts que funcionan como flashbacks sobre los pecados y pérdidas de Cheryl.
Hay en el guión de Nick Hornby (autor de Alta fidelidad) y la dirección de Jean-Marc Vallée (Dallas Buyers Club: el club de los desahuciados) una tensión casi permanente entre el tono sentencioso acerca del pasado del personaje y su presente de reconstrucción y reconciliación consigo misma. A medida que avanza la narración y Cheryl empieza a mirar para adelante -sin dejar de mirar de reojo hacia atrás, aunque con otra perspectiva-, triunfa la segunda vía, convirtiendo a la película en una road movie subjetiva, corporal y hasta bien femenina. Esto quizás se deba al cariño habitual por los personajes que ha demostrado el guionista en sus distintas narraciones y al tono medido y focalizado en la potencialidad de las distintas performances por parte del realizador. El plus son las breves pero determinantes apariciones de Laura Dern, sutil y brillante como la madre de Cheryl, una mujer tan consciente de sus errores como necesitada de expresar su amor por su hija.
Es cierto que a Vallée le falta atrevimiento visual y el vigor narrativo, lo que lleva a que Alma salvaje en numerosos pasajes no sea más que una versión en clave femenina de Hacia rutas salvajes. Es un problema que el cineasta ya evidenciaba en su película anterior: su corrección y su necesidad de no correr riesgos lo hacen quedarse en la medianía. Aún así, cuando se concentra en el drama personal de la protagonista y lo pone a dialogar con el contexto de esa naturaleza tan bella como hostil, Alma salvaje crece y hasta puede decir que es algo más que un film que sólo busca galardones para su actriz principal.