La directora de Todos tenemos un plan apuesta ahora por una película más ensayística y experimental.
La directora Ana Piterbarg pega una vuelta de campana respecto a su ópera prima, Todos tenemos un plan (2011), para este pesadillesco film de aires ensayísticos, casi al borde de lo experimental, sobre un hombre apresado en los confines de su inconsciente.
Todos tenemos un plan se encuadraba dentro de un género claro y definido (el thriller), tenía el respaldo de una major (Fox) y contaba con un protagonista de fuste internacional como Viggo Mortensen. Alptraum, en cambio, es una producción casi artesanal, rodada en interiores, en un blanco y negro expresionista y sin grandes figuras delante de la cámara.
El protagonista es Andreas, un actor bastante menos exitoso de lo que piensa, posesivo y bastante paranoico, que se separa de su novia y se muda a un departamento para extranjeros propiedad de su tío. La vecina es una traductora alemana también en crisis, y su rutina se convertirá rápidamente en una obsesión para Andreas, al tiempo que aumentarán las pesadillas que involucran a una bestia mitológica llamada Krampus.
El sentido de esas pesadillas desvelará a Andreas, quien entrará en una espiral de descenso psicológico cuyo piso está lejos de vislumbrarse. Más allá del buen uso de algunos elementos lyncheanos en su premisa y su desarrollo, Alptraum nunca logra sostener el tono entre fantástico y ominoso que propone. Con más carencias que hallazgos, es una película a la que le falta un poco de la locura de su protagonista.