Alptraum

Crítica de Pablo E. Arahuete - CineFreaks

El infortunio de llamarse Andreas

Había una vez una leyenda nórdica, que como toda leyenda o mito ocultaba un sistema moral o código para justificar el mal destino de aquel que hubiese actuado no acorde al orden establecido. Krampus, llevado a la pantalla por Hollywood en 2015 y por otras películas de clase B años anteriores, aparecía a fin de año para raptar a los niños que se portaban mal y pedía para liberarlos un canje material, casi siempre dulces, aspecto que lo emparentaban con una pesadilla de infantes. El de la leyenda nórdica sometía a sus víctimas, la gran mayoría mujeres, a vivir un mundo de pesadillas como el protagonista de este segundo opus de la cineasta Ana Piterbarg, completamente alejado de su debut con Todos Tenemos un Plan (2012) en lo que a presupuesto respecta y sobre todas las cosas en términos estéticos y visuales.

Ahora bien, la endeble relación entre el Krampus de la leyenda y su aterrizaje forzoso a la vida de un dramaturgo, violento, celoso y cuya psiquis se encuentra en un estado de absoluta vulnerabilidad, es el primer obstáculo que la realizadora no alcanza a superar en su intento de salto al vacío para generar, desde atmósferas opresivas en las que mezcla realidad con sueños, un relato paranoico con aires “polanskianos”o sólo desde el reflejo, lynchianos.

El tratamiento visual aprovecha el blanco y negro para realzar el clima pesadillesco de la propuesta que gira en torno al descenso infernal de Andreas (Germán Rodríguez) en medio de una crisis creativa y la separación de su novia Rosaura (Florencia Sacchi). El atribulado Andreas también tiene alterada su percepción de la realidad, producto de sus tendencias a la paranoia y a los efectos de sus sueños en los que paulatinamente se transforma en el monstruoso Krampus, por lo cual cada personaje secundario que se atraviesa en su camino como una vecina, el psicólogo, es parte directa o indirecta de una compleja conspiración.

Ahora bien, a pesar de la apuesta a la austeridad en el sembrado de información y a la confianza desmedida en el poder expresivo de las imágenes, a la cuidada puesta en escena y la música omnisciente de una banda sonora disruptiva en sintonía con el estado mental del protagonista, la propuesta integral no es lo suficientemente sólida, por momentos carece de cohesión y deja al espectador muy aislado o sin elementos para construir la historia.

Alptraum funciona por tramos, se destaca en sus rubros técnicos sobre todo en la fotografía, con actuaciones aceptables, pero deja mucho hueco narrativamente hablando como para circunscribirla dentro de los relatos paranoicos ya visitados por el cine argentino y con resultados muy dispares.