La tercera ¿es la vencida?
Al parecer los films infantiles de animación no se cansan de las sagas. Si un año fue rendidor para una película, pues ¿por qué no continuarlo? Las ardillitas también entendieron la lección número uno de los grandes estudios y volvieron por más. ¿O por menos? Esa decisión la tiene lógicamente el público, específicamente el infantil. Aunque, si el film logra entretener –y recaudar- a pesar de sus ya hartos conocidos posibles sucesos (ardillas en problemas de los cuales deberán salir airosas no sin antes pasar por ritmos varios cantando y bailando), la saga puede continuar ad infinitum.
Dave decide ir con Alvin y las otras cinco ardillas a un crucero, su destino final es ir a recibir los Premios Internacionales de Música. Pero Alvin parece no entender ninguna recomendación de Dave cuando este le llama la atención por su conducta. Con sus travesuras termina enredando a las demás ardillas, y tras un infructuoso paseo en barrilete, acaban todas perdidas en una isla del océano. Al ir en su búsqueda, también Dave termina perdido allí. No estará sólo sino con Ian, aquel desalmado productor que maltrató a las Chippette y del cual se desconocen sus verdaderas intenciones. Cada ardillita sacará lo mejor de sí para sobrevivir, obviamente lo harán con mucha música y diversión.
Como pasaba en las anteriores, gran parte del entretenimiento se la otorga la viveza, el carisma y las locuras de Alvin. Sin embargo lo que busca inicialmente el film es conseguir la identificación de los niños con las simpáticas ardillas. De alguna manera, la interacción con la raza humana está puesta al servicio de dicho sentimiento. La desobediencia al adulto, las continuas travesuras con los amigos, el temor a estar perdidos y no ser encontrados, son todas situaciones que intentan reflejar parte del mundo infantil y aquí es donde la película consigue llegar a su público más deseado. Porque más allá de algunos guiños a films como Náufrago (Cast Away, 2000), Alvin y las ardillas 3 (Alvin and the Chipmunks: Chip-Wrecked, 2011) está pensada para movilizar a los más pequeños y robarle quizás alguna mueca a los más grandes.
Un párrafo aparte merece la música. Los animales de las producciones infantiles con dotes artísticas ya parece ser un clásico. La recientemente estrenada Happy Feet 2: El pingüino (2011), mantiene a los pingüinos al ritmo del tap dance llueva o truene, como también las ardillas no pierden las ganas de cantar aunque el mundo se caiga abajo. La música con su aura mágica para mejorar los malos momentos es un cliché –efectivo, claro está- de más de un film y no sólo infantil. Y no se puede negar que cuando la impronta musical es de calidad y moderna, el film gana algunos puntos y este film no es la excepción. Lo que sí resta, sin embargo, es el abuso de ciertos recursos y ver por tercera vez a las ardillas haciendo lo mismo empieza a resultar un poco tedioso.
Los productores de esta clase de sagas apuestan seguramente a la renovación del público. Posiblemente muchos niños desconozcan la parte 1 y la 2 y por eso la novedad no es una cualidad ausente en este film. La repetición en sí no es condenable. Pero cuando se convierte en Ley y no en la excepción entonces se entra en una vorágine un tanto viciosa que tiende a menospreciar a un público ávido de historias y completamente abierto a la imaginación y a mundos nuevos. Eso es lo que muchos productores deberían aprovechar, en lugar de aprovecharse.