El que calla otorga Lo que nunca nos dijimos (2015) del director chileno Sebastián Sánchez Amunategui es un drama en el cual se tratan problemáticas delicadas pero sin asumir sus implicancias y consecuencias. El film es redundante por demás, recurre a constantes clichés y recursos efectistas y el guión tiene muchas partes fallidas. La gran labor actoral de Ana María Picchio como la madre de la protagonista es lo más positivo de esta película. Mariana (Flavia Atencio) vive en México, junto a su pareja, Fernanda (Sandra Burgos). Tras cinco años de no visitar a sus padres, viaja a su casa de la infancia en Mendoza, Argentina, para poder ver a su padre que está en coma inconsciente y ya punto de morir. El regreso la enfrenta a su madre, una mujer que vive una realidad paralela sin asumir por un lado que su marido está por morir, y por otro la homosexualidad de su hija. De a poco el film nos descubre que Mariana en verdad está allí para algo más. Como bien lo sugiere el título, existen en su familia demasiados secretos, que traen al presente todos los conflictos no resueltos del pasado. Al poco tiempo de comenzada la película, se devela un misterio oscuro sobre la relación entre Mariana y su padre. Sobre eso girará toda la historia. El extraño amor entre padre e hija es aquello que no se dice, si bien hay mucho más. En el impulso de mezclar todo, aparece la sexualidad y el abuso infantil, temas complicados pero aquí tratados con demasiada liviandad, tal vez sólo para lograr el efecto dramático necesario. Ya en el siglo XXI no es posible relacionar temas inocentemente como el incesto y la homosexualidad, aunque el film decida hacerlo. Por la única razón que no se puede reducir toda la película a esta manera decepcionante de mostrar ciertas problemáticas, es por la actuación de Ana María Picchio, quien consigue hacer lo que el guión no puede. Es ella quien logra sostener el drama y la comedia. Por su parte, aquellos momentos de clímax dramático son los que más fallan, porque el director decide encararlos tragicómicamente, lo cual termina por producir un efecto más ridículo que tragicómico. Temas como la homosexualidad, el incesto, el abuso, el amor y la muerte podrían confluir de una manera genuina, sin embargo este película genera una mirada retrógrada tanto de las temáticas mencionadas como del género al que recurre.
La danza del hacer La palabra francesa “avant” es utilizada en ballet para definir un movimiento que va hacia adelante, hacia la audiencia. Palabras en francés abundan en el glosario de esta disciplina. Pero tal vez sólo esta enmarque en su sentido el movimiento hacia adelante que supone la dirección de Julio Bocca en el Ballet Nacional del SODRE de Uruguay. Avant (2014) documenta eso y un poco más. Lo primero que sorprende del film es encontrar en una de las primeras imágenes a uno de los mejores bailarines clásicos del mundo detrás de un escritorio. En un principio, vemos cómo aconseja a un bailarín sobre su carrera. Pero al rato lo encontramos resolviendo un problema con la orquesta. Luego opinando sobre el uso de la escenografía. Y así. Pero aquella sorpresa se diluye rápidamente porque el espectador se pierde en ese día a día en el teatro del SODRE que muestra el documental y todo se torna natural. La labor de los bailarines, de los técnicos, de las modistas reflejan cotidianeidad, es decir, un mundo en el que se trabaja, donde se conoce gente, se viven emociones, decepciones, ilusiones. El director sigue con la cámara principalmente a Julio Bocca. Pero la compañía que dirige es la que habla por él. Lo que el espectador percibe es trabajo, nunca charlatanería. Acompañamiento a los bailarines, supervisión, preocupación por que las cosas salgan. Como si fuera una pieza más de ese gran ensamblaje. Algunas escenas otorgan pistas sobre el valor de su presencia como director en ese lugar, pero de él sólo se observa modestia. El objetivo del director Juan Álvarez Neme no es destacar a una figura sino mostrarlo a través de un reflejo, ese reflejo es el crecimiento artístico y la repercusión que adquirió la compañía tanto en Uruguay como en el mundo a partir de su gestión desde el año 2010. La cámara del director no necesita subrayar nada, porque intenta acompañar, sin invadir. Sin embargo, los sentidos surgen. Así es que de a poco se trasluce el contraste entre el detrás de escena y el espectáculo. El ballet es la danza de lo etéreo, donde los cuerpos vuelan, se alivianan, giran casi naturalmente y todos los bailarines juntos devuelven al público la magia de esa ilusión. Sin embargo, detrás de eso hay cuerpos cansados, peinados que molestan, zapatos que aprietan, problemas sindicales, temas presupuestarios. Lograr la invisibilidad de esa inquietante trastienda a la hora de vender entradas pero también conseguir su buen funcionamiento no es una tarea sencilla. Y aquí se entiende por qué. Documentales como Avant permiten que el espectador conozca otra faceta del mundo del arte. Aquella que por ahí apaga un poco la magia, pero que es la responsable de que esa magia suceda.
Los héroes de la palabra El documental de Oriana Castro y Nicolás Martínez Zemborain, SC, recortes de prensa (2014), es una interesante propuesta que invita al espectador a conocer el trabajo del periodismo durante la última dictadura cívico-militar argentina. Este tema le permite a los directores reivindicar una forma de hacer periodismo, donde el peso de la ideología era más fuerte que la fidelidad a un determinado medio. En el film brindan su testimonio un grupo de periodistas que escribieron en Sin Censura, una publicación hecha en el exilio y que ingresaba a Latinoamérica clandestinamente. Tenía como misión dar a conocer, tanto en el país como en el extranjero, el terror que se vivía en Argentina en aquellos años. A través de las palabras de Oscar Martínez Zemborain, Osvaldo Bayer, Carlos Gabetta, Gino Lofredo, entre otros, se permite entender de qué manera se trabajaba en un clima de censura, haciendo del periodismo un oficio ciertamente heroico. Los directores incluyen imágenes de archivo, en donde, por ejemplo, vemos al escritor argentino Julio Cortázar hablando desde Francia (donde estaba radicado) sobre la situación de sus colegas argentinos. También manifestaciones que se hacían en otros países contra los crímenes y persecuciones cometidos por los militares hacia diferentes grupos. Y, en medio de todo esto, imágenes del presidente de facto Jorge Rafael Videla felicitando a los periodistas en su día, y reivindicando su profesión. Una muy acertada representación de las formas que adoptaba el terror. El documental de los realizadores no pretende destacarse por su búsqueda estética sino principalmente por su valor testimonial e histórico. Con las palabras de los periodistas, Zemborain y Castro, arman una especie de rompecabezas donde la oración que empieza uno está continuada por el otro, casi como si estuvieran en un mismo espacio. Esa articulación conseguida logra un ritmo muy particular que atrapa rápidamente la atención del espectador. Se puede afirmar que SC, recortes de prensa es un documental estéticamente convencional pero con una importante investigación detrás. La recurrencia a las imágenes de los entrevistados en la mayor parte del film determina por momentos un producto más televisivo que cinematográfico. Sin embargo, los directores supieron explotar la elocuencia de las narraciones de cada uno de los periodistas y los materiales de archivo encontrados. Y así lograron un film interesante y de calidad.
Unos años para recordar En La guardería (2015) Virginia Croatto consigue un interesante documental sobre la experiencia de haber vivido exiliada junto a los hijos de militantes montoneros en Cuba al cuidado de lo que ellos llamaban los ”tíos”, militantes que hacían la suerte de padres mientras los verdaderos participaban de la lucha armada en Argentina durante los años 70. A partir de los testimonios del grupo de personas que compartió junto a Virginia la experiencia de la guardería, la directora reconstruye esas vivencias. Sin embargo, lo que le importa más allá de la anécdota es el filtro de presente sobre la mirada al pasado. Enfrentar y recordar ya de adultos un momento difícil de comprender en la niñez como el alejamiento y la muerte de los padres. Esos relatos son intercalados con un valioso material de archivo, donde las cartas o audios de los padres y los chicos, dibujos o fotografías terminan por construir esos años fuera de lo común. El silencio al volver del exilio, el miedo, la incomprensión, los constantes cambios, la pertenencia a una familia distinta. Todos estos sentimientos aparecen y desaparecen de los recuerdos narrados. La certeza de haber vivido una infancia fuera de lo normal enfrenta a cada uno con el dilema y el cuestionamiento. ¿Por qué dar la vida por la patria dejando a sus hijos al cuidado de otros? ¿Por qué otros padres no hicieron lo mismo? Las opiniones de todos ellos en la actualidad frente a la militancia de sus padres no es sin embargo de odio o rencor, pero sí está atravesada por la tristeza de un pasado donde las ausencias pesaban. La habilidad de Croatto es hablar sobre una vivencia muy personal. Por eso todos los que ofrecen su testimonio logran conectar con el recuerdo para reconstruir aquellos años, pero también conectan con el dolor y se emocionan frente a cámara. Nunca como un recurso melodramático, sino buscando el acercamiento a lo no dicho, que a veces solo se expresa con un llanto o con una risa. El trabajo es sutil, el recorte del documental sobre los testimonios es muy cuidado. La sensación revelada al final es que era un trabajo necesario. Si bien muchos recuerdos hoy aparecen como felices, también hay un posicionamiento frente al dolor, sea tanto por la pérdida de los padres como por la angustia de no haber elegido vivir esos años sin ellos. La identidad finalmente marca el camino. ¿Qué seríamos hoy sin la guardería?
Sobreviviendo Parabellum (2015) es un film que no apuesta a un sólido guión o bien a una estética interesante. Es una idea muy chica que el director Lukas Valenta Rinner desarrolla apostando a un mix de géneros, en donde el absurdo parece ser el que más lugar ocupa. Si bien al comienzo abre una expectativa, a la idea le falta tratamiento cinematográfico, tanto desde lo visual, como desde el guión. Hernán es un hombre común, solitario y rutinario. Mientras está en su oficina, la radio informa sobre gente que realiza saqueos en la ciudad de Córdoba. Más allá de eso, nada parece anormal. Sin embargo Hernán decide internarse junto con otros hombres y mujeres desconocidos en un campamento en el Tigre para tener un adiestramiento marcial y en supervivencia. Los instructores como los alumnos entran en una lógica absurda, preparándose como para ir a la guerra, aunque de manera irrisoria, sin siquiera entender quién es el enemigo. Las únicas pistas que tiene el espectador son los sonidos de la caída de algo así como meteoritos. Sólo eso aparece en el film como señal de peligro, como adelantando una catástrofe que nunca se termina de mostrar. Por esa razón, la clase de camuflaje dictada por un gracioso hombre panzón, o los ejercicios y desafíos a vencer que muchas veces bordean lo infantil empiezan a lucir bizarros y sin sentido. La seriedad con la que todos asumen los roles y se preparan para el peligro es lo que más extrañeza produce. Pero más allá de esto Parabellum no aporta más elementos para construir el mundo que propone y entonces flaquea. A medida que avanza el film, el espectador ya deja de esperar al enemigo y se abre un interrogante sobre la cordura de estas personas. Su foco es sobrevivir pero ¿a qué? Este es el planteo que recorre la película. ¿Caen bombas? ¿meteoritos? ¿La catástrofe finalmente llegó y hay que prepararse para la supervivencia del más fuerte? Todo es una gran duda, pero al parecer lo importante es subsistir. Si bien la película dura 75 minutos, pasada la media hora se torna muy monótona. Los personajes apenas se modifican y esto sucede recién al final, el resto del film a pesar de buscar un tono absurdo o bizarro resulta un tanto agotador y repetitivo. El planteo sobre el fin del mundo acá no pretende ser ni muy serio ni filosófico. Se entiende que la búsqueda es desde un lugar más absurdo e irónico, pero podría ser más audaz. Resulta siendo un híbrido que confunde más que una forma diferente de abordar la temática.
Se hace camino al andar El documental de Sebastián Deus se corre de los cánones convencionales, agregando elementos propios de una ficción. Hay una búsqueda formal guiada por una mirada personal sobre el tema, aunque tampoco pretende alejarse totalmente de los datos testimoniales. Consigue diversidad y originalidad en su narración, pero los resultados no son del todo convincentes. El camino de Modesto que menciona el título del film es el recorrido hecho por el abuelo del realizador Sebastián Deus a partir de su exilio durante la guerra civil española. Para reconstruir ese trecho de la vida de su abuelo, el director viaja a Europa a recopilar algo de información, pero, principalmente, imágenes de aquellos lugares que bien podrían guardar las huellas de su fallecido abuelo. Este documental está bastante alejado de otros con estéticas tal vez más convencionales. En aquellos suelen abundar los testimonios, y las imágenes casi siempre están acompañadas de diálogos, o palabras de las personas que aparecen frente a cámara. El sonido en este film cumple un rol muy distinto, pues muchas veces funciona generando sensaciones más que apoyando la imagen. Muy pocos testimonios se encuentran a lo largo de la película, y los pocos que están no parecen sumar información de gran valor para el protagonista. Por el camino de Modesto (2014) tiene una orientación introspectiva. Sebastián necesita hacer un viaje y conectarse con el mundo exterior para conocer algo más sobre su abuelo, pero la película muestra más una motivación interior, una búsqueda que es mayormente íntima y que determina cada imagen y sonido desde ese lugar. En ese vaivén entre el afuera y el adentro sucede el documental. Pero en este extraño camino de la indefinición y la subjetividad pierde un poco el eje. Porque su intento por generar una dirección desde lo emocional produce cierta desconexión con el espectador que no termina de entender quién fue Modesto, pero tampoco le es posible profundizar en el sentir del protagonista. Entonces el film se queda a medio camino y se debilita su intención temática y estética de romper con esquemas documentales archiconocidos. Lo que puede resultar más interesante del film es la fuerte presencia del mundo subjetivo del protagonista, interrumpiendo todo el tiempo el registro documental, así logra una tensión que le marca una impronta de originalidad a la película. Esta elección, aunque apropiada, produce un film al que no resulta fácil acceder, determinando cierto hermetismo.
Sesenta años después El director español Hermes Paralluelo filma a una pareja de ancianos (sus propios abuelos) viviendo el ocaso de su vida. El cariño o tal vez la mera compañía entre ellos es quizás lo que los mantiene vivos, y el pasado su única riqueza. Adquirir la cadencia de esas vidas es lo que preocupa al director. Y, aunque estéticamente es interesante, requiere de un espectador que conecte inmediatamente con su estilo y con una temática de gran densidad dramática. Felisa y Antonio ya están mayores. Su vida transcurre de manera lenta. El amor entre ellos es tan sólo una sombra. Viven juntos pero duermen separados. Antonio casi no escucha y Felisa amenaza con su muerte cada día que logra sobrevivir. La comunicación entre ellos es absurda, como la vida misma, que un día quita el deseo, el amor, y la añorada juventud. Los días son más largos o tal vez ni siquiera existan en este film. El tiempo está presente en el deterioro físico y mental. Un reloj también ridículo los vincula con el tiempo exterior, pero a ellos apenas les importa. Paralluelo hace un trabajo que, aunque no es documental, parece adquirir por momentos instantes de cruda realidad. Al comienzo del film Felisa y Antonio pasan horas y horas dentro de un hospital, donde él es sometido a estudios y ella lo acompaña. Antonio recuerda su vida de joven y narra eventos que su memoria produce casi sin esfuerzo. Nadie lo escucha, ni siquiera su esposa. Y Narcisa recuerda la guerra, pero el doctor que la atiende tan sólo ignora sus palabras. La cámara del director adquiere un tiempo propio, como si ella sí pudiera escuchar y entender a los protagonistas. Y ese es el lugar que propone al espectador. A pesar de la dureza del tema, el realizador español deja espacios para el humor, pero un humor que nace de lo absurdo de la vida de dos personas que pasaron sesenta años juntas. Sin embargo, el momento de la vida que elige retratar contiene una importante dosis de tragedia, se suma a esto una excesiva monotonía que de a poco va copando la película. Las imágenes se repiten y ya avanzado el film la narración se agota. Allí es donde No todo es vigilia (2014) pierde un poco el atractivo. Aún así no deja de ser un film interesante que propone un tema del que muchos prefieren alejarse.
Hasta la victoria siempre El documental de Ernesto Gut y Dionisio Cardozo tiene como eje temático la lucha de los militantes obreros Jorge Bufano y Miguel Ángel Fischer, quienes fueron secuestrados y asesinados por la Triple A en el año 1974. Cuarenta balas (2015) combina de forma más que efectiva momentos de tono sentimental con otros de carácter histórico que le otorgan agilidad narrativa, rigor documental y compromiso ideológico. La cantidad de testimonios que componen gran parte del film conforman una gran voz narradora, porque todos se complementan. Lo que no dice la esposa de Bufano, lo termina diciendo un ex compañero de él. Y lo que su historia no cuenta lo hace Jorge Altamira, hablando sobre la gran traición de Perón a los trabajadores y activistas obreros. El documento auditivo forma una amalgama natural con aquellas imágenes que reconstruyen los hechos a través de animaciones. Además de apelar a este tipo de recursos, los directores juegan constantemente con el vaivén entre los relatos particulares y los generales, lo íntimo y lo público. Y, aunque al principio resulta un poco extraño, de a poco adquiere una fluidez casi natural. Ahí es cuando el espectador entiende que no hay dos relatos separados, es todo parte de una misma Historia. Los testimonios de los dirigentes del Partido Obrero resultan pertinentes para enmarcar el contexto político social. Pero lo más auténtico del film lo consiguen con las voces, las miradas y los gestos de aquellos que conocían a Fischer y Bufano: esposas, ex compañeros, hermanos. Las palabras de los otros obreros que trabajaban con ellos en la fábrica Miluz al recordar la lucha de sus compañeros de pronto se unen en el mismo canto: “se va a acabar, se a acabar, la burocracia sindical”. Momentos como este o el video que le graba el hijo de Bufano a sus hijos hablándoles de su abuelo traspasan la pantalla, porque se impregnan en el espectador con muy poco, cobran fuerza dramática instantáneamente y resignifican el triste final de ellos. El epílogo del film es desesperanzado: la justicia para ellos tal vez nunca llegue. Pero la justicia que reivindican aquí es la del no olvido: volver la mirada hacia hechos que no deben ser dejados en el pasado como parte de una Historia terminada. Por el contrario a través de documentales como este, la Historia permanece viva y también la posibilidad de una futura justicia.
Nuevo y conocido amor La mirada del amor (The face of love, 2013) tematiza principalmente el atravesamiento de un duelo y la posibilidad de volver a amar. La película no intenta profundizar el tema desde una mirada tal vez más intimista, sino que elige una trama con algo de suspenso y misterio para contar y desarrollar la temática. Pero termina cayendo en escenas obvias que la debilitan al poco tiempo. El film comienza con la muerte de Garret (Ed Harris), quien muere ahogado nadando en las playas de México durante el festejo de su vigésimo aniversario con Nikki (Annette Bening). Luego de cinco años, ella vive rodeada y marcada por los recuerdos de su fallecido esposo, pero llevando una vida casi reconstruída: su hija la visita asiduamente y mantiene una simpática amistad con su vecino Roger (Robin Williams). Todo ese mundo entra en crisis cuando conoce a Tom, un hombre idéntico a Garret (interpretado por el mismo actor) y decide comenzar una relación con él. Ante la inexplicable y sobrenatural aparición de este hombre, el espectador debe inevitablemente aceptar ese nuevo verosímil, si no, automáticamente decae toda la ficción. Muchas situaciones se resuelven un tanto toscamente, sobre todo aquellas en las que confluyen el pasado y el presente, y muchas escenas se tornan predecibles. Nikki decide naturalizar una situación totalmente anormal y extraña, abriendo un mundo de fantasía que inevitablemente tropieza con la dura realidad. A pesar de este giro retorcido ligada a la aparición de un hombre igual a otro, el film no deja de introducir una historia de amor. Ciertamente teñida por la presencia inevitable de una persona muerta, pero una historia de amor al fin. Esto es quizás lo más rescatable de la película, porque busca conectar con un tema más que universal: volver a amar tras la pérdida del ser amado. Y junto a esto: la confusión de sentimientos, la extrañeza frente a lo nuevo, el dolor de seguir extrañando a la persona y la necesidad de crear nuevos recuerdos. Hay una búsqueda por abarcar estas cuestiones, pero también por hacer interesante la historia particular que se desea contar. Pero el film se queda en el medio de ambas, y eso no colabora a darle solidez a ninguna de las dos facetas. Asimismo, hay una clara intención por volcarse hacia el melodrama aunque usando de modo muy básico cada recurso de este género. Cabe destacar, finalmente, que las actuaciones de Bening y Harris son las que logran sostener la mayoría de las escenas, haciendo todo más afable y llevadero.
El futuro llegó hace rato El Brasil que aparece en El blanco afuera, el negro adentro (Branco sai preto fica, 2014) es actual, pero cuesta situarlo temporalmente. El espacio más que ubicar, desubica. Y los protagonistas tienen escasas cualidades para convertirse en personajes, al menos de los tradicionales. La idea de mundo ficcional queda un poco diluida. Cuesta adentrarse en el film del brasilero Adirley Queirós por estas razones. Pero encuentra una forma de contar que, aunque extraña, seduce. Allá por los años 80 algunas zonas marginales del Brasil padecieron las represiones ligadas al racismo policial. El film se centra en dos hombres negros que víctimas de estas fuerzas quedaron discapacitados (uno en silla de ruedas, el otro con una prótesis en la pierna) para permitirse denunciar un contexto sociopolítico. Pero también generando una mirada hacia la soledad, la depresión, y las ruinas emocionales de esta ciudad sumergida en la marginalidad y el deterioro. El panorama que describe El blanco afuera, el negro adentro es desolador. Como si tan sólo quedasen las ruinas de un pasado que dejó heridas abiertas para siempre. No es posible seguir una historia muy clara, ni siquiera es posible entender quiénes son los protagonistas. Porque son personajes que no tienen casi interacción entre ellos. Es el espectador el que debe entablar una relación con cada uno, tratando de conectarse con su estado emocional más que con hechos o situaciones. Las secuelas de una época de represión no parecen ser sólo parte del pasado. Los hombres de la película padecen un sufrimiento que muy poco tiene que ver con lo físico. Sin embargo, Queiros hace hincapié en esos miembros amputados que según el personaje “todavía puede sentir”, el miembro fantasma que le dicen. Es con esos detalles que el director logra desplegar una historia. Una pierna que no está pero que se siente como si estuviera. No hay necesidad de explicitar todo. El mundo de estos hombres tiene mucho de fantasmagórico. Se puede descubrir en el film una historia central, la del hombre que está en silla de ruedas. Transmite música desde una radio casera clandestina, pero también es quien describe y cuenta qué pasaba en los lugares donde se juntaban a bailar. Y en cada palabra añora ese pasado ideal donde todos bailaban y que no podrá volver. Hay también otro personaje que viene del futuro a investigar qué pasó ahí. La llegada del futuro no haría más que volverse hacia el pasado. La atmósfera aunque angustiante, se torna cotidiana, y ya no se sabe si todo esto es realmente una ficción.