Módico entretenimiento para los más chiquitos
Cuarta entrega de la franquicia, con menos números musicales, lo que en parte se agradece. Esta vez los tres bichos atorrantes deben hacer un esfuerzo para evitar que el padre se le declare a una atractiva doctora, se case y los deje de lado. Eso es lo que temen, pero no es el mayor peligro al que deberán enfrentarse. Hay otro todavía peor: el posible hermanastro. ¿Cómo evitar esa doble catástrofe? Pues, hablando la gente se entiende. Con las ardillas pasa lo mismo. En suma, éstas hablan, cantan, bailan, viajan y hacen macanas. Los más chiquitos pasan el rato. Los mayores hacen memoria y se quedan medio dormidos, pero no importa porque la película es para los más chiquitos.
El estilo y el manejo del humor apenas ofrecen novedades. Los dibujantes cumplen y hasta evidencian una mejora en la mezcla de dibujo con actuación en vivo. Es lógico: en el equipo de 20 animadores, casi todos vienen de experiencias mucho más exigidas y se nota que quieren hacer bien las cosas. Pero los libretistas apenas calentaron sus neuronas: repiten recursos, situaciones y hasta chistes de otras películas. Los actores tampoco aportan demasiado. Baste decir que el protagonista humano Jason Lee ha sido nominado al Premio Razzie al peor actor de reparto.
Es indicado para los más chiquitos y algunos adolescentones de buen ánimo que recuerden su propia infancia. Los mayores recordarán mejor una publicidad de ginebra con ardillas de flequillo beatle (una en blanco y negro, otra en color y con Susana Traverso). Y los más viejos, la vieja serie de los 60 y, sobre todo, los discos de Las Ardillitas. El creador se llamaba Ross Bagdasarian, veterano de guerra, actor de reparto, pianista (aparece como tal en "La ventana indiscreta"), compositor, que un día alteró la velocidad del grabador y empezó a ganar plata.