Ellas cubren cada parte de su cuerpo con un espeso caucho negro, luego vendan su rostro con eternas telas blancas, tapan sus oídos, colocan sus máscaras, saltan al océano y se pierden en la profundidad. Este es solo uno de los rituales que las mujeres del mar viven en un ritmo cotidiano de comunión femenina y familiar. Ama-San, con una cámara que permanece estática durante casi toda la película, retrata el día a día de una tradición milenaria que navega hacia la extinción en el Japón del siglo XXI.