NO CUALQUIER TRIÁNGULO
“Es importante, cuando se ama, que haya obstáculos para ser superados”. La frase que, al principio, se plantea como una declamación del triángulo amoroso se vuelve decisiva, incluso categórica, y funciona en varios niveles del discurso. Porque no sólo puede pensarse a partir de la peculiar relación entre las hermanas von Lengefeld y el poeta y dramaturgo Friedrich Schiller, sino también en los vaivenes de la unión entre ellas.
Ya se anticipa desde el título: Amadas hermanas enfatiza el vínculo casi inquebrantable entre Charlotte y Caroline, lazo que se intensifica con la promesa de ambas de confianza y confidencialidad, antes del casamiento por conveniencia de ésta última con Friedrich von Beulwitz.
La infelicidad de Caroline “Line” se revierte por las noticias de Charlotte “Lollo” sobre su viaje hacia Weimar para convertirla en una dama de la corte y sobre algunas infidencias del lugar que su hermana le comenta.
El inicio de ciertas dificultades aparece cuando “Line”, de visita en Weimar, le contesta una carta a Schiller como si fuera Charlotte. De allí en más, los tres empiezan una relación profunda, honesta y abierta; un amor intenso encarnado en múltiples misivas codificadas con círculos, líneas y triángulos.
Pero la frase del comienzo se resignifica con el paso del tiempo, en las capas que va desmontando el director Dominik Graf, donde esa apertura fresca, incluso ingenua, del inicio se torna un tanto más brumosa, con algunos secretos o elipsis que resquebrajan una promesa de eternidad.
De la misma forma, se puede considerar que el eje de la película también realiza un corrimiento: si bien el tema continúa siendo la relación entre ellas, el flaqueo en el cumplimiento del juramento o el juego de seducción del triángulo, se percibe que, tras el casamiento entre Charlotte y Friedrich, el ojo de la lente se enfoca más en el poeta y sus proyectos relegando un poco a las hermanas.
De esta manera, esa segunda parte del filme se detiene y examina en mayor medida el contexto histórico, los años posteriores a la Revolución Francesa, su relación con el poeta y dramaturgo Johann Wolfgang von Goethe, las publicaciones, el debilitamiento de su salud, las clases en Jena, la revista Die Horen o la ayuda a Caroline para la publicación de Agnes von Lilien, su obra en forma anónima.
“Es la trinidad de Schiller la que siempre he estado buscando”, les confiesa el poeta a ambas hermanas, como si con ello sellara la unión. Y en verdad, lo hace. Porque el pacto permanece vivo, incluso, en la crisis o en una suerte de traición y egoísmos. Allí, el obstáculo parece imposible de sortear y, en efecto, su desafío se vuelve más excitante que nunca.
Por Brenda Caletti
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