Hermanas, esposas y amantes
NdR: esta crítica fue realizada sobre una copia de 170 minutos, y no sobre la de 138 que se estrenó comercialmente en Argentina.
El alemán Dominik Graf es un realizador de gran experiencia, especialmente en producciones televisivas. Y un poco de esa impronta de la pantalla chica se filtra en el trabajo visual de Amadas hermanas, extensísimo drama romántico centrado en el romance triangular que protagonizaron sobre fines del Siglo XVIII el escritor Friedrich Schiller y las hermanas Charlotte y Caroline von Legenfeld; su esposa y su amante, respectivamente. Un drama romántico que no puede olvidar su carácter de film de época correctamente ilustrado y de recreación de sucesos más o menos certificados, pero que sin embargo invoca un poco de manera fragmentaria un humor algo sardónico que sirve para aligerar situaciones y personajes. Y que provoca en algunos pasajes algo de extrañeza, como de una sátira no del todo bien trabajada y dispuesta un poco improvisadamente contra una narración mucho más calculada.
La disposición de los personajes dentro del cuadro, la utilización de la luz, unos inter-títulos móviles algo berretas y el uso del montaje con encadenados (algunos un tanto vergonzosos) evidencian la presencia de un proyecto pensado para televisión, aunque también dan una idea de algo teatral en la exposición de estos eventos: puertas que se abren y cierran, una cámara que panea hacia los costados como quien otea el ancho de un escenario. Si Amadas hermanas se piensa desde un punto de vista cinematográfico, tal vez sea a partir de una sumatoria de anécdotas sentimentales que se relacionan con aquellos seriales de primera mitad del Siglo XX. Casi como en una miniserie, incluso trabajando los giros y la información como en tres grandes bloques, el primero es el más ligero y satisfactorio, con las hermanas y el escritor descubriéndose en esta pasión de a tres, y el último es el más grave y barroco, aumentando el drama de los personajes y cayendo en intensidades que no ayudan a comprometerse con los protagonistas. Casi de manera obligatoria, porque toda biografía sobre artistas lo reza, la última parte será donde las enfermedades que amenazaban durante todo el relato aparecen en su peor forma. Sin embargo, ese humor no del todo definido es lo que ejerce un contrapoder dentro del relato que impide trasladar las acciones al terreno del drama más académico.
Pero Amadas hermanas habla del amor, de la tragedia del desamor y de los roles sociales que nos imponen conductas, especialmente en tiempos de cambios tan fuertes con la presencia de la Revolución Francesa como episodio clave: la hermana soltera se casa con el escritor para que su hermana -casada- pueda estar cerca del cuñado, todo en un marco de notable inseguridad para la realeza y los caracteres monárquicos. A Graf le interesa más ese detrás de escena de cierta clase alta horrorizada, decadente y al borde la extinción, que los vericuetos intelectuales de Schiller y su trabajo como escritor. De hecho, si algo de la literatura le interesa es la aparición del libro como objeto y su mayor reproducción como producto de consumo. Ese carácter administrativo es también el que toma posesión del triángulo amoroso, que no elude bajo la mirada del director y guionista cuestiones como los celos y la obsesión, pero que al fin de cuentas se define a partir de los roles (políticos y sociales) que cada hermana está dispuesta a jugar.
En todo caso Amadas hermanas no ofrece un punto de vista cerrado sobre lo que cuenta, no busca explicaciones psicologistas y en esa apuesta resulta mucho más libre en el trato hacia sus personajes: al final confesarán que nunca entendieron muy bien por qué hicieron lo que hicieron. Un amor particular con sus particularidades, que exigía una concentración mayor y donde los excesivos 170 minutos llevan al espectador por múltiples subtramas que no siempre resultan pertinentes o dignas de interés. El último plano intenta extender su reflexión al terreno del metalenguaje, pero ya es lo suficientemente tarde como para que uno exija un cierre decoroso del telón.