El hombre y sus obras
A la hora de abordar una figura artística desde el documental, se corre el riesgo de caer en el didactismo biográfico, enlazando todos los aspectos con cuestiones personales del personaje. Por suerte, Amancio Williams, centrada en el destacado arquitecto argentino, no hace eso, sino que sabe hamacarse adecuadamente entre las diferentes variables, contribuyendo a enriquecer la experiencia de cualquier espectador.
El film de Gerardo Panero parte y termina con la famosa “Casa del Arroyo”, la obra más reconocida de Williams, que está situada en Mar del Plata y que funciona como símbolo de la personalidad innovadora y rupturista del arquitecto, pero también de un contexto profesional y social con el que siempre pareció estar a contramano. Y va haciendo un análisis ciertamente apasionante, a través de los testimonios de diferentes personalidades de la arquitectura y familiares de Williams de un hogar que supo repensar las formas en que se podían vincular los edificios con el paisaje natural, sin violentarlo, sino todo lo contrario: fusionándose con él. La película permite que vayan sumándose apreciaciones y pensamientos sin grandes invenciones formales -de hecho tiene un estilo quizás demasiado llano en su realización- pero con el convencimiento de que lo que tiene para contar y explorar es de suma complejidad.
A la vez, Amancio Williams es lo suficientemente inteligente para permitirse señalar que en cierta forma lo que cuenta es una vida de frustraciones y proyectos no concretados, con lo que le da un espacio capital a muchas obras que se quedaron en el papel, sin llegar nunca a cumplirse o su aporte -no exento de conflicto- en la Casa Curutchet. De hecho, hay una persona que afirma de forma bien directa que la Casa del Arroyo no es la obra más importante de Williams, sino que esas son otras que no llegaron a entrar en la etapa de construcción, en parte por la intransigencia del arquitecto y también por la incomprensión de quienes le encargaban los trabajos. De esta forma, a partir de ese individuo pleno de inquietudes, sin miedo a decir lo que piensa, que cuestionaba con valentía -y hasta algo de saludable inconsciencia- las convenciones más afincadas, el film trasciende el piso meramente psicologista, convirtiéndose en un relato de conformación de identidad que posee asimismo fuertes rasgos políticos.
Y es que la forma en que narra Amancio Williams la historia -o más bien la sucesión de sufrimientos- de ese hogar/declaración de principios que es la Casa del Arroyo, fusionándola con la rica trayectoria y temperamento de Williams, termina funcionando como alegato político sobre las construcciones (o destrucciones) culturales y los modos en que (no) se sostiene la memoria arquitectónica en nuestro país. Que este valioso documental, humilde y a la vez incisivo, no se haya estrenado en Mar del Plata en la misma semana que en Buenos Aires y sólo tenga tres funciones a fin de mes en una sala no comercial como es la del Museo de Arte Moderno, dice mucho tanto sobre la cultura marplatense como sobre la nacional.