Cruces, desamores, páginas de un libro conocido.
Los caminos del amor son insondables. Frase de sobrecito de azúcar, pero no por ello menos ilustrativa de la incertidumbre que genera ese momento extraño donde la química del cuerpo le gana a la frialdad de la mente.
Se ama, se llora, se odia, no obstante la búsqueda nunca cesa. Tampoco cesa el deseo y la necesidad de apagarlo cuando no es correspondido -en más de una ocasión- por el sujeto amado. El despecho comienza a cobrar entonces diferentes formas y prisas por someterse a rituales del olvido.
Amando a Carolina es un opus muy consciente de que para hablar del amor; de los efectos del amor sobre los enamorados o románticos la mejor receta es bucear en los aspectos de la idealización, a partir de la construcción literaria como catarsis o herramienta para no tomar decisiones extremas durante la desesperación. Y si el protagonista de este relato es nada menos que un escritor, interpretado por Guillermo Pfening, quien en su discurso nos describe y muestra su subjetividad sobre Carolina (Bela Carijo), las posibles aristas que lo atraviesan se vuelven definitorias en los cruces de dos viajes: desde Argentina a Brasil para buscar a la huidiza Carolina tras una repentina partida y declararse en un rol distinto al de amigo y confesor; en otro viaje desde Brasil a Argentina la contracara del regreso la tiene como protagonista a ella cuando un azaroso encuentro con un artista errante en plena ciudad de Buenos Aires se transforma en la esperanza de una nueva búsqueda, en la certeza de que por fin ahí se encuentra el verdadero amor.
Influencias literarias (Prevert, Barthes, Drumond de Andrade) se cuelan en una estructura narrativa fragmentada en capítulos como si se desplegara esa novela incompleta ante nuestros ojos, tiempo de ficción y tiempo real, siempre desde el punto de vista de Diego y su pasaje de experiencias o ilusiones al terreno de la novela que comparte con lectores en primera persona y que deviene una vez publicada best seller sin poder explicar cuál es la conexión entre el éxito literario y la desventura de un romántico, quien no consiguió escapar del enamoramiento de una mujer -real o no- que duda.