En las ciudades que se sustentan económicamente con la actividad turística no todo lo que está a la vista es lindo y espectacular, porque tienen un lado oculto que los gobernantes no quieren que se visibilice y difunda, para que no merme la llegada de los visitantes. Quienes se encuentran detrás del cristal empañado son los pobres y marginados, que generalmente trabajan allí para que la maquinaria de entretener a los viajeros siga funcionando como corresponde.
Uno de esos sitios afectados por la desigualdad social, entre tantos otros que tenemos en el país, es San Martín de los Andes.
Allí hay un sector de la población permanente que no tiene viviendas, con todo lo que eso significa cuando llega el invierno, con las lluvias y la nieve.
Este documental trata sobre las continuas luchas de los vecinos sin techo, que pertenecen al nuevo Barrio Intercultural. La premisa que tienen los futuros habitantes del lugar es la de vincular activamente al pueblo originario con el resto de la población.
Para obtener lo que quieren, deben moverse ellos mismos y reclamar ante la municipalidad que modifiquen las leyes, le devuelvan tierras y financien el proyecto de erigir un nuevo vecindario. El esfuerzo es mucho, tanto para enfrentarse una y otra vez a los burócratas como para edificar cada propiedad. Interesado por el devenir de este ambicioso plan, es que el director Ulises de la Orden llevó su filmadora para captar las imágenes de un hecho histórico
A través de la lente podemos apreciar las charlas de los vecinos, las reuniones y asambleas mientras piensan y planifican los pasos a seguir para poder concretar sus deseos. Todo se hace en interiores, sólo salen los pobladores al exterior para trasladarse o levantar las paredes de una casa. La exuberante geografía que los rodea apenas se la exhibe. Tampoco se lo musicaliza, lo importante es lo que ellos hacen a pulmón, con muy pocos recursos, pero sobrándoles voluntad.
El realizador mantiene una uniformidad de criterio narrativo, sabe cómo quiere y lo que quiere contar de la historia. Cuenta con un ritmo interno muy personalizado, en el que se vuelve mucho más lento y reiterativo en cuanto a la información que van dando durante las asambleas vecinales, de tal manera que termina siendo demasiada extensa su duración, tanto como las peleas de los nativos con el municipio y el Estado, que siempre los ignoró.