Con Amanecer en mi tierra nos encontramos una vez más con la duda: ¿Es buena una obra porque habla de algo bueno? Si tenemos nuestras reservas con tal obra, ¿estamos cuestionándola a ella o cuestionamos lo que ella retrata? Aquí, acudimos a la construcción de viviendas para las familias mapuches Curruhuinca en cuatrocientas hectáreas cedidas en San Martín de los Andes.
En principio, el contraste entre la voz y la tierra que aprovecha el film es de una riqueza tal que los desaciertos se ven opacados al menos momentáneamente. La decisión de escuchar las voces de los entrevistados hablando de cómo llevar a cabo la construcción mientras vemos planos de una profunda belleza, puede ser una suerte de justicia poética bastante accesible como recurso cinematográfico. Pero lo que el Cantore está armando aquí es una suerte de montaje paralelo donde, a medida que es armado y urbanizado este Barrio Intercultural con el esfuerzo de todos los involucrados, van logrando un proceso de reconocimiento del lugar en la sociedad que ocupan los trabajadores.
Se entiende que el documental está queriendo esbozar todo el surgimiento del barrio como una pequeña comunidad que merece su sitio porque este sustenta a gran parte de la economía de esos parajes turísticos en la Patagonia. Pero no por esto son pertinentes todos los detalles sobre el proyecto de urbanización del barrio, por ejemplo las escenas sobre la ruta de los colectivos. Pareciera que el documental se está sustentando en demasía en el preconcepto de que es bueno reconocer y devolverle el sitio a las comunidades originarias. Sí, toda inclusión es oportuna, pero las aclaratorias más detalladas sobre tal dinámica se escapan del conocimiento general. El documental tendría aún más fuerza sin algunos pasajes particulares.
Hay preguntas pertinentes que los entrevistados responden con lucidez. Esto le brinda otra perspectiva al documental. Las crisis o imprevistos pueden venir con diversos gobiernos, dicen en un momento, pero al mismo tiempo reconoce que este barrio intercultural es un proyecto de largo aliento que va más allá de conversaciones en juntas vecinales e incluso adquiere repercusión en la radio comunitaria. Momentos como este ubican el documental más allá de una crítica al gobierno de turno. En una de los momentos de la película aclaran que por una decisión de Mauricio Macri el proyecto de viviendas se ve temporalmente perjudicado. Y durante un par de escenas se tambalea la firmeza política de la película porque da voz a quejas sin un sustento directo. Pero Ulises de la Orden, quien a finales del año pasado estrenaba Chaco (2017), no se conforma con estas quejas, y registra una discusión álgida pero civilizada entre regidores en el Concejo Deliberante que da cuenta de la injusticia gubernamental sin explayarse.
Por otro lado, hay rostros que la cámara escudriña mientras conversan sobre las medidas a tomar, bromean con relajo o toman mate. La recurrencia de primeros planos o planos cerrados evidencia esta atención a la gestualidad de los residentes de San Martín de los Andes. Más que una intención de embellecer tales rostros, se trata en manos de Federico Bracken de diferenciarlos por su lucha particular. Estas personas están buscándose un lugar en el territorio donde nacieron. Y como no se trata de un terreno metafórico, sino concreto y geográfico; la elaboración del proyecto adquiere una fuerza de la que la película nunca abusa.
Incluso la decisión de introducir el nombre de la comunidad en mapuche, Lihuntun Inchin Mapu, está anunciando el reconocimiento que se le quiere brindar a estos desplazados. Así, Ulises de la Orden nos traza en su sexto documental la recuperación de un lugar en conjunto con las dinámicas vitales de algunos residentes. Y finalmente, aunque el cierre del documental con la canción “Crece desde el pie” de Alfredo Zitarrosa le brinde una alegría a la obra que desentona en su totalidad, se trata de celebrar un logro no menor en la comunidad mapuche.