Hasta ahora, debo decir, permanecía inmune a todo el furor Crepúsculo, con sus vampiros, sus hombres lobos y los ardores de las chicas. Pero en este último coletazo, y porque el destino así lo quiso, me aventuré a ver Amanecer, primera parte, y lo hice con no poco entusiasmo, porque hasta yo, en mi completa ignorancia, sabía que el histeriqueo del vampiro casto iba a llegar a su fin, y que, ceremonia mediante, iban a consumar lo que venían amagando hace tres películas.
Amanecer cumple, y tras muchas idas y vueltas en la luna de miel de los muchachos (que de tan divertidos que estaban parece que sublimaban jugando al ajedrez) la pobre Bella obtiene lo que andaba buscando. Pero la tragedia no tarda en llegar a la casa de los Cullen y Bella queda embarazada de un bebe medio extraño que crece a pasos agigantados y que la va consumiendo hasta dejarla piel y huesos. De aquí en más la película, que ya venía con un ritmo inexistente e intentando con escenas forzosamente ligeras estirar lo inestirable (como cuando ellos dos, las personas con menos onda del mundo, hacen que bailan en Río), se torna seria y hablada. A partir de ahí, con el monstruito en cuestión gestándose, todo va a girar en torno a la firme decisión que tiene la futura madre de seguir con el embarazo a pesar de todo, y la del padre y el hombre lobo que tratan de convencerla para que decline. Que todo esto suceda alrededor de un sillón, con la chica casi desapareciendo entre una manta y los contendientes turnándose para hablar, y que para colmo todo sea más aburrido que chupar un clavo, no ayuda mucho a sobrellevar la dulce espera de Bella.
Pero no todo es embarazo y cuerpos consumidos en Amanecer, también hay lobos peleándose telepáticamente por el bienestar de los humanos, lobos que quieren imprimarse (terminología que aparentemente significa encontrar a alguien y comprometerse), lobos que finalmente se impriman, vampiros calientes, sangre, nacimientos y demás minucias. Lástima que con todo este revuelto el señor Condon (director de esta última parte de la saga) no haya podido hacer algo aunque sea un poquito más divertido.