El cuarto film de la saga respeta al pie de la letra su original literario; fanáticos, agradecidos
Desde Crepúsculo , el primer film de la sagaadaptada a partir de los libros para adolescentes de Stephenie Meyer, la migración de la página a la pantalla fue respetuosa de las novelas y sus seguidores. Claro que la fidelidad con el material original no se traduce necesariamente en mérito cinematográfico. Más evento audiovisual que película que pueda sostenerse de manera independiente de su propio fenómeno literario, Amanecer-Parte 1 seguramente será muy disfrutada por los seguidores de la historia entre Bella (Kristen Stewart) y Edward (Robert Pattinson), un vampiro centenario, enamorados hasta la obsesión. Con todos los elementos del melodrama romántico y algunos tomados del cine de terror, este nuevo film -el primero de una despedida en dos pasos-, dirigido por Bill Condon ( Dreamgirls ), se ocupa de mostrar en detalle el casamiento de los jóvenes enamorados. Un poco de alegría y festejo para esta pareja que durante tres películas no hizo más que sufrir. Con la ayuda de la fotografía de Guillermo Navarro -habitual y talentoso colaborador de Guillermo del Toro-, el paso de la culminación de la historia de amor al horror transcurre con fluidez. Aunque no se pueda decir lo mismo de los diálogos entre los protagonistas. Almibaradas hasta lo empalagoso, las declaraciones de amor eterno entre Bella y Edward, además del despecho del tercero en discordia, Jacob (Taylor Lautner), el lobisón, alcanzan el absurdo y allí se quedan. Especialmente ridículas son las escenas en las que la manada de lobisones discuten, telepáticamente, qué hacer cuando la parejita de recién casados regresa de la luna de miel en Brasil con una sorpresa inesperada.
Después de tres libros -y sus correspondientes films- predicando la abstinencia sexual y asfixiando todo aire de seducción relacionado con los vampiros en el cine y la literatura, finalmente en Amanecer-Parte 1, Bella y Edward, con casamiento de por medio, consumarán su amor. Que la consecuencia del sexo sea la destrucción anímica y física de la chica daría para más de un debate sobre el mensaje que la historia intenta transmitir a la legión de adolescentes que la consumen. Esos que por otro lado sólo están interesados en ver cómo se resolverá -si no quiere enterarse de elementos de la trama deje de leer ahora- el paso de humana a vampiro de Bella. Un desafío que Condon asumió con todas las imágenes que el cine de terror más sanguinolento le pudo prestar.
Claro que los clichés, el ridículo y los cuestionables mensajes seudorreligiosos se hacen bastante más fáciles de procesar como entretenimiento inocuo gracias a la presencia de Stewart, una gran actriz en potencia que logra dotar de humanidad a un personaje empeñado en perderla.