Final mormón para la saga de vampiros
La primera parte del episodio que concluye la serie escrita por Stephenie Meyer había abierto algunas esperanzas, pero todo quedó en eso. Aunque el público adolescente delirará, el cierre de Crepúsculo exhibe las mismas debilidades que caracterizaron la saga.
Haciendo fluir finalmente algo de sangre, sexo y tragedia, un año atrás Amanecer parte 1 permitió abrigar esperanzas de que la saga Crepúsculo repusiera aunque más no fuera en parte, en sus últimas entregas, todo aquello de lo que hasta entonces había sido drenada. Que Amanecer parte 2 volviera a quedar en manos de Bill Condon, realizador de Dioses y monstruos y aparente responsable de que esta saga más cataléptica que vampírica cobrara súbita vida, no hacía más que reforzar la módica ilusión. Pero en ilusión quedó. A pesar de que algún revolcón se den Bella y Edward (ahora pueden: están casados) y más de una cabeza ruede por el polvo (¡pero sin derramar una maldita gota de sangre!), Crepúsculo se cierra haciendo honor al proyecto demencial de su autora, Stephenie Meyer. Como se sabe, la señora es mormona (la misma fe que profesa el homofóbico y antiabortista Mitt Romney), una de las creencias religiosas más férreamente puritanas de Occidente. De allí que Mrs. Meyer se propuso contar una saga de vampiros sin sangre: lo más parecido que puede haber a un western sin tiros o una porno sin tetas. Concluida la saga, debe reconocerse que la señora logró convertir su inaudito proyecto en objeto de culto, juntó millones y millones de fans y se llenó de plata.
Dada su división en subpartes bien diferenciadas, La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 puede desagregarse de la siguiente manera: La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 (1) Qué lindo es ser vampiro; La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 (2) Taxonomía vampirológica: un curso veloz; La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 (3) Enfrentamiento final: preparación, anticipación y dilación; La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 (4) X-Men 6: Los vampiros también eran mutantes; La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 (5) Enfrentamiento final sin enfrentamiento final; La saga Crepúsculo: Amanecer parte 2 (6) Happy End for Everybody. Si la descripción de su estructura deja al lector en estado levemente catatónico, que sirva de premio consuelo saber que algo semejante ocurrirá al espectador. Salvo que se trate de alguno de los miles de millones cautivos de la saga (sobre todo si son muchachas de entre 11 y 16 años). Ellos sí disfrutarán como locos/as de cada una de las seis partes de esta segunda parte de la cuarta parte, de más está decirlo.
Lo mejor está seguramente en la primera parte, cuando Bella, convertida al chupasangrismo en su debut sexual (“si lo hacés te volvés vampira”, sería el mensaje), descubre sus superpoderes. En tiempos de superhéroes, los colmilludos no podían ser menos y es así como en esos primeros tramos Bella prueba su superolfato, su supervelocidad, su superpotencia sexual (los vampiros no duermen ni se cansan) y, finalmente, su carácter de “escudo”. Lo cual conduce ya a la segunda parte, que es la del curso veloz sobre las distintas clases de vampiros. El vampiro-escudo es uno, y Bella resulta ser una de ellos. Después están los vampiros buenos (el clan Cullen, del cual Edward es miembro) y los malos (los Vulturi, italianos cuyo linaje se remonta al Renacimiento, aristócratas despiadados a quienes todos los demás temen). La culpa de que los Vulturi finalmente se les vengan encima a los Cullen la tiene Renesmee, disparatado nombre que Bella le puso a su hija.
Niña mestiza, hija de vampiro con mortal, Renesmee carga con la sospecha de que se trate de una “niña inmortal”. Sí, se sabe que todos los vampiros lo son, pero parece que algunos son más inmortales que otros. Y terriblemente quilomberos: en la Edad Media, algunos de estos niños terminaron destruyendo sus propios poblados. Desde entonces, los Vulturi (entre quienes asoma una ya veinteañera Dakota Fanning, en su debut y despedida de la saga) se dedican a la caza, persecución y decapitación de niños inmortales y sus madres. Por lo cual tiemblan Bella y la pequeña Renesmee. Pero mientras tiemblan reúnen un ejército de vampiros, venidos de todas partes del mundo. Amazónicos, rusos, árabes e irlandeses, son como los corredores de Los autos locos, pero serios (todo es terriblemente serio aquí).
A ellos se les suma Jacob, el hombre-lobo enamorado de Bella (que tiene cierto interés depositado en Renesmee que no se revelará, pero que constituye tal vez el único aspecto divertido de la película) y detrás de Jacob vienen los demás lobo-hombres, alineándose en el equipo de Bella y los suyos, para enfrentar a los Vulturi, estilo Corazón valiente. Que, de más está decirlo, como son los malos los decuplican en número. Ese enfrentamiento, preanunciado hasta el hartazgo durante media película, termina con una especie de chiste, que es también un llamamiento final a la paz en el mundo. ¿Así termina una historia de vampiros? Sí, ésta sí. Fotografiada en ese tono gris-azulado que le es propio, con escenas románticas musicalizadas estilo FM Aspen y esparciendo el minishow de efectos especiales de rigor, durante casi todo su metraje Amanecer parte 2 es poco más que un desabrido desfile de chicas y chicos como salidos de ShowMatch: ellas, maquilladísimas, teñidísimas y cirujeadísimas (las narices; recuérdese que no tienen tetas); ellos, tan inflados de anabólicos que hasta a Schwarzenegger se le desinflará un bíceps al verlos. Lo que no hay es baile del caño, algo que para los mormones será algo así como Obama para Mitt Romney.