Y tenía que suceder nomás. Llegó el final (?) de la saga Crepúsculo que comenzó en 2008 y en cuatro años recaudó miles de millones de dólares en todo el mundo, además de catapultar la carrera de varios de los intérpretes. Aquí tenemos la conclusión de los cuatro libros escritos. Recordemos que así como sucedió con el final de Harry Potter el último fue dividió en dos películas
“Amanecer parte 2” retoma desde que Bella (Kristen Stewart) había quedado embarazada de Edward (Robert Pattinson) y ya convertida en vampiro. Durante los primeros 40 minutos todo es color de rosa, pues salvo por un episodio aislado chorrea miel de la pantalla.
Las parejitas ya formadas anteriormente habitan todas juntas en unas lujosas cabañas en el bosque. Una suerte de comunidad hippie con mucha guita. Viven de la caza y de evitar la carne humana (no vaya a ser que se agoten los recursos naturales ¿no?). Se abrazan, se besan, se miran y hablan anhelando que llegue algún guionista.
Mientras tanto, Bella ya es mamá la de Renesmee (si se le ocurre un nombre más horrible avise así dejo de reírme de este). Supongo que por razones de seguridad no le da de mamar a la cría, aunque esta no parece muy desesperada, lo cual le da tiempo a la madre para aprender a usar sus poderes junto al marido. Salta, corre rápido, hace alpinismo con las manos y genera un campo de fuerza protector (¡¿Qué?!)
También está Jacob (el fachero e inexpresivo Chaning Tatum), el hombre lobo, siempre un poco enamorado de Bella. Para evitar la huida de la pareja tiene una escena patética en la que se saca la ropa para pasar de stripper con calzoncillo tipo boxer a lobo. Todo para informar al padre de la nena de algo que, en definitiva, nunca se le aclara. O sea que la acepte como es (sin saber como es). Un homenaje al ridículo.
Al igual que las anteriores los diálogos están a la altura de la muñeca Barbie (en todo sentido) y varias de las imágenes están cercanas a publicidades de cosméticos, perfumes caros, desodorantes de ambiente tipo "flores del bosque" y, por supuesto, de pasta dental cada vez que alguien del elenco sonríe. ¿La intención narrativa de todo esto? Ejem...
Sigo.
Recién en el minuto 41 asoma algo parecido a un conflicto. También aparece el único actor serio de la saga. A cuenta de una vampiresa chismosa Aro (Michael Sheen) anuncia que el nacimiento de la niña híbrida supone un peligro (débilmente justificado en el guión) pero que moviliza al clan Volturi para ajusticiarla.
Pasarán largos, larguisimos e interminables, minutos en donde los "buenos" van por el mundo reclutando testigos para evitar el infanticidio. Cada uno de los aliados es un estereotipo de la colección verano-invierno de cualquier revista de moda. Hasta hay un modelo Pocahontas y todo.
En un momento son tantos personajes que el director se olvida o pierde de vista su presencia. Eso explica por qué cada tanto los va acercando a la cámara para que hablen como si estuviera haciendo ta-te-tí: Un rato del rubio estilo Thor, un poco de la indígena, luego los rusos, etc. Seguramente alguien de la producción le habrá recordado que para algo contrataron a los actores.
Así el relato se hace denso, pesado, plagado de situaciones y diálogos de relleno. Hasta los amantes del pochoclo pueden encontrarse a sí mismos bostezando con la mano quieta adentro del balde.Todo gracias a dividir una novela en dos partes cuando apenas si se puede contar en una.
No contento con esto Bill Condon (un realizador del montón, salvo por “Dioses y monstruos” (1998), y algunos minutos de “Dreamgirls” en 2006), hará caer las mandíbulas de varios al mejor estilo de los dibujos de Tex Avery con un final de resolución insólitamente vergonzoso que incita a la demanda judicial.
Dijimos que hay vampiros. De sustos ni hablar. Las características de estos personajes van totalmente en contra de la mitología vampírica. Se reflejan en los espejos, viven de día, las cruces o el ajo ni fu ni fa... En “Amanecer parte 2”, por ejemplo, deben ser unos 40 chupasangres entre ambos clanes y sin embargo usted no verá un sólo colmillo en las dos horas de duración.
Como en toda la saga el maquillaje y la dirección de fotografía jamás se ponen de acuerdo, y según el plano elegido veremos a todos cambiar el color de piel como si algo en el ambiente destiñera de pálido a piel y viceversa. La banda sonora es otra compilación de artistas del momento, aunque no haya una sola canción que justifique su presencia. Excepto una cuya letra subraya espantosamente lo que ya queda claro en imágenes.
Más que cinematográficamente hemos de analizar este conjunto de producciones como un fenómeno cultural que caló profundo en un sector de la juventud que de alguna manera se siente representado. Por algo tiene el éxito que tiene, y esta vez no será la excepción. Desde hace rato están agotadas varias funciones antes del estreno en las grandes cadenas.
Vampiros medio "emos” escuchan música entre pop y dark. A lo mejor en la literatura en la que se basa todo esto está la verdad, pero lo confieso que no pude tolerar más allá del quinto capítulo del primero. Intentarlo, lo intenté
Al parecer a Stephenie Meyer, la autora de los libros, nunca le importaron los vampiros más que para establecerlos como ejemplo de tribu urbana de jóvenes autoexcluidos. Pero a su vez, los jóvenes de su discurso son perfectos, lindos, bien vestidos, de clase alta, con muy buenos modales, etc. No hay lugar para otras clases sociales con lo cual sólo podemos suponer que no existen para la autora.
En ese contexto hay una historia de amor "como las de antes" que por definición sufre de originalidad pero factura mucha plata.